La palabra de cierta forma es un organismo vivo. Nace, crece, se reproduce y muere. Algunas parecen inmortales y van por ahí, de boca en boca, sin que nosotros, los portadores, sepamos de su antiquísima existencia. Sobrevivieron a batallas, egos, metamorfosis y, sobre todo, al indetenible látigo del tiempo.
