Las Tunas.- El de Las Tunas es un pueblo enorme, tanto como las palmas que abundan en el oriente cubano y cuyos penachos lloraron durante el paso del huracán Melissa por esta zona del archipiélago cubano. Y la inmensidad de nuestra gente es el as de triunfo que tenemos para salir adelante.
Ahora mismo esta tierra es solidaridad de un lado a otro, aunque hace apenas unas horas retornaron a su añorado Guamo los hombres, las mujeres y los niños que salieron de esa comunidad granmense ante la crecida de las aguas del río Cauto.
En varios lugares- también en Las Tunas- el huracán destruía y la gente se aferraba a la certeza de que la unidad valía más que cualquier obstáculo. Asidos a la esperanza y a la solidaridad que llevamos dentro, se unieron familias, amigos y vecinos; y juntos, los daños fueron menores.
En todos los rincones los cubanos brillaron con especial intensidad, en los días previos, con la angustia a flor de labios; con el susto ante los fuertes vientos y después, con la preocupación por sus propiedades. Pero, con el corazón latiendo porque conservaron la vida, la mayor de las riquezas.
Los que vinieron a Las Tunas cuando el Cauto se desbordó descubrieron que la fortaleza no nace en las murallas, sino en la capacidad de sostenerse unos a otros. Aquí encontraron pan y abrigo, consuelo a las preocupaciones y sentidos abrazos que ayudaron a olvidar.
Hubo de todo. Una fiesta de quince años, juegos de mesa que incluyeron rompecabezas, artistas profesionales y aficionados que regalaron su arte, peloteros que repartieron artículos materiales y sentimientos, y un pueblo generoso que compartió lo que tiene con los que perdieron algo, mucho o todo.
Hoy el huracán Melissa dejó una estela de gratitud y de esperanza que se aprecia en los rostros de quienes saben que no están solos ante la naturaleza, que hay un pueblo dispuesto a sostenerles y que recuerda que la unidad es una acción cotidiana que se activa cuando la desventura llega.
Ahora es tiempo de una nueva etapa, de otra batalla por la vida y que implica el concurso de cada persona. Es el momento de reconstruir lo material y las roturas del alma en la producción de alimentos, en el curso escolar, en la higienización de los barrios para espantar a los mosquitos y en los quehaceres cotidianos; siempre juntos.
/mga/
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