Reflexiones por el Día del Historiador cubano

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Hoy celebramos el Día del Historiador Cubano, bajo las tensiones y limitaciones ocasionadas por la pandemia Civid-19 que azota el mundo y que con esfuerzo y disciplina estamos venciendo en nuestro país.

Es digno recordar hoy aquellos primeros historiadores que dejaron una huella imperecedera en el territorio que hoy ocupa a la provincia de Las Tunas: el inolvidable Fernando García Grave de Peralta, quien durante las dos primeras décadas del pasado siglo, desarrolló una incansable labor investigativa en la historia y arqueología en Puerto Padre; Manuel Antonio Herrera Martínez, historiador y promotor cultural a partir de la década del 30, quien recibe la condición de Historiador del Municipio Victoria de Las Tunas en 1951 y muchos otros que después del triunfo de la Revolución fueron fuente inspiradora de los que siguieron por las rutas del apasionante arte de escribir historia.

Resulta difícil proyectar el futuro, desconociendo el pasado histórico, sin analizar las lecciones de la historia y las experiencias de aquellos primeros historiadores. Porque son los acontecimientos y hechos del pasado la plataforma en la que se erige la nación y nuestra identidad, y los historiadores los obreros que la construyen.

Cada generación de historiadores ha desempeñado la misión correspondiente a la época que les tocó vivir, por eso es que no somos mejores que los de ayer ¡cada cual en su tiempo! Los de ayer tienen el mérito de haber salvado lo que hoy nos hubiese costado mucho trabajo lograr. Las generaciones anteriores escribieron páginas imborrables, nos formaron, recibimos de ellos las primeras experiencias, negarlas es un lamentable absurdo.

A esa ardua función de hacer historia, difundirla y enseñarla, se suman nuevos talentos, fruto de la formación académica y científica. Son ello los nuevos predicadores que vivifican nuestras glorias.

El mundo cambia y los historiadores deben asegurar mantener el ritmo de dichos cambios y cuidarse de los que pretenden recrear los hechos con argumentos pseudo históricos, o los que lo hacen supuestamente desde posiciones revolucionarias para anular y subvertir nuestras realidades. Tenemos el deber de crear un producto que responda a las expectativas del lector, y como dijo el Héroe Nacional de Cuba José Martí: ¡el deber manda! El nivel cultural del pueblo es cada día superior, por eso las exigencias epocales nos inducen a ser más rigurosos y abarcar nuevos temas y aristas de la Historia.

Miremos atrás y preguntémonos cuánto hemos avanzado, quiénes fuimos y qué pretendemos hacer en los tiempos actuales. La aparición de nuevas evidencias documentales e información inédita implica hacer cambios o modificaciones, esa es la dialéctica del conocimiento, pero es una labor de sumo cuidado para evitar la desaparición de miradas históricas que reflejan además, el pensamiento de épocas pasadas. En este sentido, es necesario dar respuestas argumentadas que desmienta a los fabricantes de mentiras que pretenden descalificar nuestra historia, en especial nuestros héroes y mártires.

Al mismo tiempo, algunos se empeñan en argumentar la vieja tesis del fin de la historia que no es otra cosa que el fin de las ideologías. ¡Qué triste sería el mundo sin historia!, o que sepultemos en el olvido las experiencias, las memorias de nuestras familias y de nuestras comunidades, que borremos los crímenes y desmanes a los que han sido sometido los cubanos.

Ni la cubanología estadounidense del campo de la historia, asume este criterio. La historia no puede borrarse, como pretendieron las hordas fascistas al quemar todo aquellos libros que diferían de sus postulados inhumanos. Por eso necesario conocer la obra de autores foráneos cuyas miradas son diversas como diversa es la cultura y poder de análisis de los que escriben; algo similar ocurre con las historiografías regionales, ser consecuentes con ellas es reconocer la diversidad y el pensamiento holístico.

No se puede perder de vista que un buen historiador no es el que se aferra a los modos antiguos de hacer historia, aunque las bases se remonten a tiempos inmemoriales, por ello cabe decir, con todo el respeto de quienes se apasionan de forma desmedida en el oficio de hacer historia y los que se empeñan en establecer fronteras generacionales, que el buen historiador no es de ninguna época ni de ninguna región, sino que responden de modo responsable a los intereses de la humanidad.

Los historiadores tuneros estamos comprometidos con la verdad histórica, la ética en el tratamiento de un pasado vigente y la unidad intergeneracional para así enfrentar los peligros de la ofensiva ideológica de los enemigos de la Revolución.

Otro de los retos del gremio de historiadores es el de escribir nuestras memorias como investigadores o profesores de esta disciplina, no olvidemos que la historia es mejor comprendida cuando conocemos a quien la escribe y las convicciones de quienes la enseñan y difunden. Aunque existe conciencia del peligro que implica desestimar la conservación de la memoria histórica, aún queda mucho por hacer.

Cuando aludo al gremio de historiadores y su labor como difusores del conocimiento histórico, no me refiero solo a los que estudiaron la especialidad de Historia, sino, tal como decía Martí a propósito de los que colaborarían en el Periódico Patria, escribirían en él el magistrado, el comerciante y el historiador, el que prevé los peligros de la república y el que enseña a fabricar las armas con que hemos de ganar la guerra.

Las actuales generaciones han de conocer nuestra historia, esa maestra insustituible de los pueblos; nadie ama ni defiende lo que no conoce; por eso Fidel, en sintética frase, expresó: “Un pueblo sin historia es como un árbol sin raíces.”

Por eso, apremia en estos tiempos que los profesionales de la historia, unidos a los de otros campos del saber, estimulen la conciencia crítica, para responder de modo consecuente a nuestros críticos, repasar la historia de lo hecho y evaluar las urgencias historiográficas.

Les corresponde también a los historiadores, contribuir a la conservación y preservación del patrimonio histórico y documental que corre el riesgo de perderse, lo cual sería imposible al margen de las alianzas con otros organismos como la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, la Sociedad Cultural José Martí, los medios de prensa del territorio que en los últimos tiempos están delante de la noticia y haciendo posible que la historia ocupe un lugar importante en la formación ciudadana y no solo en discurso para estimularla.

A todos y todas, muchas felicidades en este día, por su defensa indetenible de la historia patria, por haber elegido la noble profesión de enseñarla, a las asociaciones que batallamos en la misma trinchera, a los profesionales de la prensa que siempre nos acompañan en la divulgación y promoción de la historia.

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