Félix Varela, el cubano ilustre que nos enseñó a pensar

Publicado el 25 de Feb de 2018
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Félix Varela, el cubano ilustre que nos enseñó a pensarEl 25 de febrero de 1853, a la edad de 64 años, falleció en San Agustín de la Florida, Estados Unidos, el Padre Félix Varela, un cubano ilustre y de mente brillante que dejó a la posteridad un legado de patriotismo, ejemplaridad y conocimientos como pocas figuras de su época.

Félix fue maestro, sacerdote, escritor, filósofo y político, una rara mescolanza de profesiones que en él se fusionaban armónicamente.

Durante toda su vida se mantuvo fiel a su fe y obtuvo méritos suficientes para alcanzar el diaconado en diciembre de 1810 y, con dispensa de edad, logró ser ordenado presbítero, en 1811.

Su prédica moral y humanista convencía y emocionaba; el orador se prodigaba en sermones pletóricos de humildad y confianza en el ser humano.

Pero, su labor trascendió el ámbito religioso y destacó en varias esferas. Varela fundó la primera Sociedad Filarmónica de La Habana y escribió obras de teatro,  ingresó y trabajó en la Sociedad Económica de Amigos del País, escribió obras de teatro que se presentaban en escenarios habaneros y escribió libros de textos para los estudiantes de Filosofía.

A los 24 años de edad se convirtió en el primer profesor de Física de nuestro país, en el Seminario de San Carlos, donde construyó el laboratorio cubano que dio inicio a esta especialidad.

Sus clases se distinguían por utilizar el método de la experimentación como forma única para llegar a la verdad en el estudio de las ciencias. Fue así el iniciador de la enseñanza de la Física en Cuba, y llegó a ser un fervoroso defensor del experimento en la actividad docente. Se le reconoce además como el primer autor de un Libro de Física en la nación cubana.

Enseñaba a sus alumnos a razonar; para él lo importante era aprender a pensar y a decidir por sí mismos. Por eso, el destacado maestro José de la Luz y Caballero, discípulo de Varela, dijo: «mientras se piense en la Isla de Cuba, se pensará en quien nos enseñó primero en pensar».

A los 32 años, el 18 de enero de 1821, el Padre Varela inauguró en el Seminario de San Carlos, lo que resultó ser la primera Cátedra de Derecho de América Latina.

Los jóvenes de La Habana se apiñaban en las puertas y ventanas del aula donde Varela impartía las clases: por primera vez se hablaba en estas tierras de legalidad, responsabilidad civil y freno del poder absoluto. El mismo Varela se refirió a estos encuentros como una «Cátedra de la Libertad y de los Derechos Humanos, la fuente de las Virtudes Cívicas y la base del gran edificio de nuestra felicidad».

En sus aulas se formaron los hombres más sobresalientes del siglo XIX cubano: José Antonio Saco, Domingo del Monte, José de la Luz y Caballero, y Rafael María de Mendive, el maestro de Martí.

Muy poco se mencionan hoy los inventos que Varela desarrolló a partir de sus amplios y profundos conocimientos científicos; sin embargo, vale recordar que en 1831 patentó una rueda que facilitaba el movimiento, preservaba el pavimento y no producía ruido. Asimismo creó un aparato para tratar el asma capaz de eliminar la contaminación ambiental y mantener el aire para el enfermo a temperatura uniforme.

Reconocido como un político de ideas avanzadas, Félix supo enarbolar como Diputado a las Cortes Españolas (1822) el concepto emancipador de Hispanoamérica y, especialmente, la cubanía frente al poderío de la Corona hispana de la primera mitad del siglo XIX.

Al ser reimplantado el absolutismo por el rey Fernando VII, tuvo que refugiarse en Gibraltar pues fue condenado a muerte. Huyó entonces de España y se estableció en Estados Unidos.

En la gran nación del norte vivió primero en Filadelfia y después en Nueva York. Pero, no se desentendió de sus afanes independentistas y publicó el periódico El Habanero, que entraba clandestinamente en Cuba. También redactó junto a José Antonio Saco, El Mensajero Semanal.

Con la salud resentida desde 1846, viajó a la Florida en tres ocasiones en busca de mejor clima. Allí murió en un desvencijado cuarto de madera ubicado en la parte posterior de la iglesia de esa ciudad, en la mayor miseria. Después de instaurada la República sus restos se trajeron a Cuba, y están colocados en el Aula Magna de la Universidad de La Habana.

Félix Varela fue un hombre de fe, consagrado a la causa de los humildes y desvalidos; fiel al hombre, a Cristo, a su Iglesia, y sobre todo a su Patria amada, la que siempre soñó libre de toda opresión.

/ymp/

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