José Martí, cuando la muerte no es verdad

19 de May de 2023
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¿Regresaba José Martí al exilo en busca de más apoyo a la causa revolucionaria? ¿Por qué vestía de traje y corbata y llevaba en las alforzas de su caballo sus pertenencias personales?

Muchas son las incógnitas que quedaron sin respuesta, aquella a tarde del 19 de mayo de 1895, cuando el más universal de los cubanos derramó su sangre en los campos de su amada Cuba.

La Parca, que frustró tantos proyectos futuros por el bien de la humanidad le concedió aquel deseo desde siempre profetizado de morir de cara al sol.

En su inconclusa carta a Manuel Mercado, el Apóstol de Cuba, refrendó su entrega en cuerpo y alma a recaudar fondos y a consolidar la unidad necesaria para llevar a feliz término su empeño de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que los tentáculos de Estados Unidos se extendieran por las tierras de América.

Para hacer realidad su sueño, había arribado de incognito el 11 de abril de 1895 junto a Gómez por Playitas de Cajobabo, quien reconoció su liderado de la revolución al otorgarle los grados de Mayor General de la guerra de independencia.

El primero de los cinco enterramientos sucesivos del cadáver del genial pensador fue en una fosa común en el cementerio de Remanganaguas donde con total irrespeto, colocaron sobre su cuerpo semidesnudo el de un soldado español.

En el mausoleo del cementerio de Santa Ifigenia, de Santiago de Cuba, sus restos reposan bajo el pensamiento del Generalísimo: «Descansa en paz compatriota y amigo querido (…) bajo el cielo azul de la patria no hay una tumba más gloriosa que la tuya».

En el centenario de su natalicio, un grupo de jóvenes liderados por Fidel Castro se inspiraron en su vida y su ideario para hacer realidad sus sueños del culto a la dignidad plena del hombre en una patria libre e independiente.

/lrc/

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