Manzano es feliz en su pequeño mundo, donde tiene todo lo necesario para la alimentación de su familia y su economía. Su casa, a la entrada de la finca, tiene las condiciones básicas para vivir. Su esposa y su hija de meses son su alegría, y por eso todos los días se levanta antes del amanecer para ordeñar sus vacas, y después desafía el calor y el sol fuerte de abril, porque para él cumplir como usufructuario en la producción de alimentos es una cuestión de honor y de herencia familiar.
