El día que Elaine Fonseca Oliva entró a la prisión para mujeres la primera vez sintió algo extraño. No era miedo, no era asombro, más bien sentía que ella podía ayudar a la reeducación de aquellas féminas que habían cometido algún delito, y comenzó a sentir orgullo por su trabajo, como combatiente del Ministerio del Interior (Minint).
