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La satisfacción por reeducar al otro

El día que Elaine Fonseca Oliva entró por primera vez a la prisión para mujeres experimentó algo extraño. No era miedo ni asombro, más bien sintió que ella podía ayudar a la reeducación de aquellas féminas que habían cometido algún delito, y comenzó a brotar el orgullo por su trabajo, como combatiente del Ministerio del Interior (Minint).

Han pasado 34 años. Y al mirar atrás ve un camino largo, siempre en las prisiones, y se le multiplica el orgullo por ser la primera oficial de tratamiento educativo en la provincia de Las Tunas, por haberse graduado de Derecho, de Máster en Dirección, al saber que sus hijos crecieron también a la sombra del Minint: la hembra es Mayor de esa fuerza armada desde la Contrainteligencia; el varón labora desde hace muchos años en la unidad gráfica Alejo Carpentier, y los dos le han dado cuatro nietos a los que adora.

Elaine acaba de ser ascendida al grado de Teniente Coronel, y detrás de ese ascenso hay una vida de entrega, de largas noche de guardia en diferentes etapas, de una ardua labor que en ocasiones se extiende por los siete días de la semana. Ella se emociona cuando recuerda todo esto, así, de una sola mirada, en que ve a sus niños pequeños con su esposo, un civil que trabaja en Gelma y ha sido incondicional en su apoyo para que ella pueda desarrollar con eficiencia sus misiones.

La satisfacción por reeducar al otro
Momento en que Elaine recibe los grados de teniente coronel de parte del Jefe del Ministerio del Interior en la provincia, coronel Lázaro Ernesto Davis Sánchez. (FOTOS del autor).

[penci_blockquote style=»style-3″ align=»none» author=»»]«En esos grados hay mucho sacrificio, soy de los centros penitenciarios donde he pasado toda mi vida. Mi órgano es prisiones y por eso lo defiendo, porque sé el sacrificio que entraña trabajar en esos lugares.  Cuando tengo que entrar a la prisión voy sin miedo, y cuando hay una familia que se queja, la atendemos y le damos respuestas, para que se vayan complacidas, pues las cosas en las prisiones no son como se dicen; esos sitios son verdaderos centros de reeducación.[/penci_blockquote]

«No soy cadete. Entré al Minint cuando comenzó a construirse la prisión de mujeres. Después que se terminó me quedo en ese centro, me fui preparando, me gradué como jefa de colectivo o educadora, luego en el centro para jóvenes de La Veguita, fui jefa de tratamiento, la única mujer del país que trabajaba con hombres recluidos, y aunque fue difícil lo enfrenté y logré buenos resultados.

[penci_blockquote style=»style-3″ align=»none» author=»»]En audio[/penci_blockquote]

«Mi primer grado en el Minint fue de sargento. Nunca pensé que sería Teniente Coronel, no por falta de capacidad, sino porque tantos compañeros míos con magníficas condiciones no llegaron por las más diversas razones. Para mí es lo más grande que me ha podido pasar.

Esta mujer que ahora tiene 51 años nació en Holguín, pero desde hace muchos años vive en Las Tunas; se casó y para acá vino, y ahora se declara tunera por nacimiento.

«Aquí he hecho toda mi vida personal y profesional. Tuve a mis hijos que he visto crecer y junto a mi esposo los formé y hoy son mi orgullo, además de mis cuatro nietos, a los que no dejo de ver por más complicaciones que tenga en el trabajo. Somos una familia unida, si ellos no vienen a la casa un día nosotros vamos a las suyas, nos reunimos todas las semanas, almorzamos , disfrutamos esos momentos que son muy importantes porque te alimentan.

[penci_blockquote style=»style-3″ align=»none» author=»»]«He aprendido mucho en el Minint, de todas las cosas buenas que se hacen, de la seguridad que tenemos, de lo humano que somos. Que si vemos a alguien con una situación que no puede resolver nosotros nos acercamos, lo ayudamos, lo orientamos». Y vuelve a emocionarse, y en sus ojos dos lágrimas se aventuran a salir, pero fugazmente, y desaparecen.[/penci_blockquote]

Elaine no piensa en la jubilación, aunque ya tiene tiempo suficiente para hacerlo, porque ella se siente útil, con fuerzas para seguir dando su aporte al Ministerio del Interior, su casa grande, la que le ha dado las mayores satisfacciones profesionales y sociales, porque siente que ha ayudado a la reeducación de muchos reclusos y, sobre todo, ha dado lo mejor de sí para el sostén de la Patria.

/mga/

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Miguel Díaz Nápoles
Miguel Díaz Nápoles
Periodista, fotorreportero, realizador de cine, radio y vídeo, profesor universitario. Master en Ciencias de la Comunicación, Universidad de La Habana. Vicepresidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, en Las Tunas. Conferencista sobre temas de Comunicación, Periodismo e Internet. Premio Nacional de Periodismo hipermedia 26 de Julio en 2006 y 2007. Ha sido galardonado en varias ocasiones con el Premio Provincial Ricardo Varela Rojas por la obra del año y de Periodismo Ubiquel Arévalo Morales y en otros certámenes del sector. Fue reportero del diario 26. Durante el 2001 le dio cobertura informativa a la labor de los médicos cubanos en Ghana, en el África Subsahariana y sobre sus experiencias escribió el libro Hacia el reino del silencio, publicado en 2008 por la Editorial Pablo de la Torriente Brau, de la Unión de Periodistas de Cuba. En 2000 creó Tiempo21, edición digital de los Servicios Informativos de Radio Victoria. Productor del largometraje Los Cuervos y el cortometraje Homoerectus, de producciones Acoytes-Uneac, Las Tunas. Durante 2016 y 2017 se desempeñó como editor de contenido de la Dirección General de Multimedia en Español, y de las Mesas de Redacción y Asignaciones del canal multiestatal TeleSur, en su sede central de Caracas, Venezuela.

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