No hay dudas de que el buen gusto no lo compra el dinero, pero resulta usual encontrar personas que consideran que en la exuberancia de los costos, está la dirección hacia la armonía. ¡Qué error tan atroz! De ahí esos espacios sobrecargados sin una línea de diseño bien pensada, que marean a quienes tienen cierta perspectiva en cuestiones estéticas.
