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Por donde entra el uniforme, no entra la moda

Da gusto entrar a una escuela primaria y apreciar a los pioneros portar el uniforme escolar como lo que es, un uniforme. Los estudiantes de esta enseñanza cumplen al pie de la letra lo establecido -generalmente- y por supuesto, también sus padres que son los encargados de arreglar la prenda escolar a la medida de los infantes y de los reglamentos.

¿Qué pasa entonces cuando esos niños transitan a la secundaria? Es muy usual encontrar en la calle todo tipo de estilismos en los pioneros que visten de amarillo -por cierto un color muy de moda por esta época-. Lo mismo sucede con los que visten de carmelita o azul.

Las  niñas casi siempre con ese afán de marcar la diferencia incurren en graves atropellos a su uniforme. Desde las sayas extremadamente cortas, las blusas demasiado ceñidas al cuerpo o por fuera, el maquillaje y los accesorios que nada concuerdan con la imagen sencilla y sobria de un estudiante.

Los varones no se quedan atrás. Las camisas por fuera, abiertas y los peinados extravagantes pueden ser algunas de las variaciones que ellos aplican a su prenda escolar. Por cierto, las libretas dobladas como paños de cocina en los bolsillos de sus pantalones, son el último detalle del paradigma de chico duro.

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Alguien se ha detenido a pensar cuántos secretos pueden esconderse detrás de un uniforme. Qué tanto puede notarse el cambio de un estudiante. Solo pongo un ejemplo: ese alumno que se encarga de hacer su tarea cuando llega a casa, difícilmente sea capaz de enrollar la libreta y maltratarla poniéndola en su bolsillo.

Lo cierto es que la escuela y la familia todavía, en algunos casos no se dan la mano. En cada centro escolar hay una emulación que entre otros parámetros mide el uso correcto del uniforme, pero si en la casa no se han creado patrones de conducta adecuados el caos entre el ser y el deber ser se hace muy grande, como para solucionarlo solo desde la escuela.

Comencé hablando de un grupo etario sensible, pero la idea para hacer este comentario surgió el día en que vi cómo una mujer llevaba su uniforme de trabajo, de la peor forma posible. La prenda estaba más allá de lo permisible y aunque captaba la atención de muchos por no dar espacio a la imaginación, luego de esas miradas embobadas de ciertos hombres, solo quedaba una opinión negativa.

¿Son los uniformes parte de la moda? ¿Debe cambiar su uso a medida que cambian los tiempos? Por supuesto que no. No son parte de ninguna moda y por tanto, hasta que el reglamento del uso correcto del uniforme cambien, nadie está en el derecho de incumplir la ley.

Nos toca a nosotros como adultos convertirnos en esos patrones positivos para los niños que a diario nos ven. Si queremos un cambio debemos empezar por nosotros mismos; eso nos dará potestad suficiente como para decirle a nuestros hijos qué hacer y qué no, por qué debe usar la saya en su medida correcta o la blusa por dentro y por qué, más allá de lucir una prenda de vestir, deben ser conscientes de qué comunican cuando la usan.

/mdn/

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