Las Tunas.- Para encontrar a los pescadores acuícolas del municipio de Manatí hay que tomar terraplén adentro y llegar hasta los embalses Ciego, Yariguá o Gramal, donde permanecen casi todo el año.
Para ellos cada nuevo día es más operativo que el anterior y transcurre en faenas de esfuerzo físico y resistencia ante los rigores bajo el sol y otras inclemencias del tiempo.
En las inmediaciones de la presa Gramal hace poco tenían instalado su campamento. Allí Jesús Martínez Batista, quien más que jefe, es el líder muy querido por todos porque guía desde el humanismo, el ejemplo personal y la persuasión, confesó haciendo honor a ello, que son una familia, y muy bien llevada por cierto.
«De otra manera no pudiéramos tolerar los rigores de la vida en campaña, cumplir nuestros compromisos de producción y ser la mejor zona de pesca de la provincia durante varios años consecutivos”.
Es un grupo compuesto por una mujer, técnica de recursos humanos, 14 pescadores, un responsable de brigada, un cocinero, dos custodios, un operador de tractor y el jefe de la zona de pesca. Para este año tienen un plan de 288 toneladas, de las cuales hasta finales de julio habían capturado 220.
“La sequía está arreciando y por supuesto que los niveles de los embalses influyen en las capturas. Gramal con capacidad para 30 millones está en 8, Yariguá que es de poco más de 20 tiene igual cantidad y Ciego prácticamente está en el nivel muerto, pero pese a ello pensamos cumplir.
“El año pasado la provincia capturó 622 toneladas y de ellas nosotros aportamos 259, más del 50 por ciento.
“En lo que va del 2025 del embalse de Ciego extrajimos 132 toneladas en el mes de febrero y marzo y de Yariguá y Gramal poco más de 100 de tenca, labeo, carpa, la tilapia y mura que van destinada a la industria”. Subrayó que tienen a su favor la entrada en abril pasado, de medios de arte de pesca, botes y un motor nuevos para la chernera, lo que unido a salarios de 16 mil pesos y hasta 23 mil en ocasiones mantiene la fuerza estimulada”.
En enero estuvieron en Gramal, febrero y marzo en Ciego, en abril se trasladaron a Yariguá, volvieron a Ciego hasta el día 10 de junio y desde ese día están otra vez en Gramal. Saben cuándo cambiar de área.
Es un conocimiento que han adquirido en largos años en el terreno, con paciencia y observación constante y establecen sus campamentos que les imponen condiciones de vida recias.
“Pesa sobre todo estar lejos de nuestras familias y para sobrellevar esa ausencia y otras severidades propias de esta labor, acordamos trabajar 20 días y descansar 10, aunque de todas formas pasamos más tiempo aquí que en las casas.
“Eso nos hace un gremio muy unido donde cada decisión es consultada y aprobada por todos o cuando menos por la mayoría, con alto sentido de colectivo, de comunidad”.
También dedican tiempo a atender los cerdos, ovejos, gallinas que crían para la alimentación diaria o para las fiestas de cumpleaños o los días que como ahora en verano, disfrutan en la playa con los suyos y otras faenas que cada día conforman su realidad dominada por la pesca que les da sustento y también vigoriza su identidad.
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