Osmeidis Rigueira: «sin el apoyo de la mujer el hombre no es nada»

8 de Mar de 2021
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Mujeres del campo: sin el apoyo de la mujer el hombre no es nada

El día que su novio le pidió que viniera a vivir con él a los campos de Buena Vista, en Hermanos Mayo, municipio de Las Tunas, Osmeidis Rigueira Odelín no lo pensó dos veces, y accedió a buscar una nueva vida y emociones al lado de su gran amor.

De eso hace más de dos décadas, tiempo en el que nacieron sus dos hijos, una hembra y un varón, que junto a ella y a su padre conforman ahora una familia campesina, productora de ganado menor y cultivos varios.

«Yo residía en el poblado Los Reynaldos de Santiago de Cuba, municipio de Songo la Maya. Me enamoré de él y ya llevo 26 años aquí. No era campesina, vivía en un pueblo de central azucarero. Y aquí he echado raíces».

Mujeres del campo: Osmeidis: sin el apoyo de la mujer el hombre no es nada

La cría de cerdo es uno de los renglones económicos de la familia.

Y esas raíces están bien profundas. Osmeidis se enorgullece hoy de haber llegado a Las Tunas sin vacilaciones. En su casa de campo, en su finca de unas 13 hectáreas, la vida le florece cada día tras los carneros, cerdos, gallinas, patos guanajos, y el olor a tierra mojada por el riego que baña a los cultivos de un pedazo de tierra, sobre el cual su esposo pasa el arado con su yunta de bueyes 10, 20, 50 veces, dándole tratamiento cultural a los sembrados.

«Bueno soy una productora de ganado menor, de la cooperativa de créditos y servicios Carlos Manuel de Céspedes. Tengo unas vaquitas y una masa grande de 78 cabezas de ovejos, además de gallinas, guanajos, patos. También sembramos y hay remolachas, tomates, zanahorias…»

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La casa de Osmeidis y su familia es grande, amplia, con un portal en el que su hija lava la ropa en una lavadora moderna, mientras su hijo ayuda al viejo en el cultivo de la tierra. A su alrededor, aves de corral, muchas aves de corral que corren veloces cuando ella las llama con el maíz en la mano. Y con sus producciones familiares la vida le ha cambiado mucho, y para bien.

«Bueno, económicamente imagínese usted, unos cuantos años recogiendo los frutos, y ahora continuamos con las cosechas. Por otra parte, estamos empeñados en sembrar que es lo que más necesita el país y la población».

Osmeidis junto a su hija, las representantes femeninas de la familia, demuestran con hechos que la mujer puede trabajar en el campo a la par del hombre, alternando las labores de la casa con las del surco y el cuidado de los animales, y para nada le molesta su labor de sol a sol.

«Ahora trabajo más que nunca porque sin el apoyo de la mujer el hombre no es nada, ni en una casa ni en la finca, ni en ningún lado. La mujer tiene que estar siempre ahí. Los hombres no son nada sin las mujeres», y ríe de buena gana».

Osmeidis es plenamente feliz. La casa y la familia son su gran tesoro. Y junto a los suyos muestra cuánto se puede lograr en tierras en usufructo por la alimentación del pueblo, y lo mejor de todo, cuánto hacen las féminas en la bella historia del surco.

/mga/

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