El campo santo muestra una aparente tranquilidad y el silencio solo deja escuchar el canto de los pájaros y alguna que otra racha de brisa suave que mueve la copa de los pinos, esos de la parte de atrás del cementerio, que ha crecido como mismo crece la población de la ciudad de Las Tunas, porque ya han pasado más de 150 años desde su construcción.
