En octubre de 1962 el mundo contuvo la respiración durante trece días angustiosos. Para Washington, era la «Crisis de los Misiles»; para Moscú, la «Crisis del Caribe»; pero para Cuba, y especialmente para la entones región de Las Tunas, fue simplemente «La Crisis de Octubre» — el momento en que la Guerra Fría dejó de ser fría y se calentó hasta casi consumir a la humanidad en un holocausto nuclear.
Mientras Kennedy y Jrushchov intercambiaban ultimátums por encima del Atlántico, en el corazón de la actual provincia de Las Tunas, la historia se escribía con el sudor de milicianos, el sigilo de cohetes soviéticos y la inquebrantable fe de un pueblo decidido a defender su Revolución.
Esta es la crónica de aquellos días cruciales, cuando esta tierra cubana se encontró en el epicentro de un enfrentamiento que definió el curso de la historia.
Los cohetes llegan al monte tunero
A mediados de agosto de 1962, bajo secreto absoluto, llegaron a los campos de Las Tunas los integrantes de la Agrupación de Tropas Soviéticas. La Operación Anadyr estaba en marcha. En Potosí y Vista Hermosa, los soldados soviéticos realizaron una labor titánica, instalando los temidos cohetes antiaéreos S-75 Dvina.
Testigos relatan cómo «en solo un día lograron derribar marabú, pica pica y demás arbustos. Al llegar la noche ya tenían una casa de campaña blanca, mesas con manteles inmaculados y botellas de vodka».
En San Juan, municipio Jesús Menéndez, los pobladores amanecieron con un campamento militar soviético donde antes solo había monte. Habían trabajado toda la noche, creando caminos en una extensión de 16 km cuadrados. El coronel Guseniev M.S., «Bernardo», estableció su puesto de mando en Potosí, coordinando con la Comisión Central provincial presidida por Alberto Álvarez Reyes.
Zafarrancho de combate en la tierra de Vicente García
El 22 de octubre, a las 5:40 de la tarde, la orden del Comandante en Jefe Fidel Castro resonó en todo el territorio: ¡Alarma de combate! La movilización fue inmediata y masiva. La 59 División de Infantería, al mando del tunero Elio Ávila Trujillo, movió su puesto de mando hacia la loma de Pepe Bello. Cinco batallones de milicias se desplegaron por toda la provincia.
En las costas de Manatí, Puerto Padre y Jesús Menéndez, los milicianos se atrincheraron frente al mar, con los buques norteamericanos visibles en el horizonte.
«Mi madre ha muerto, pero mi madre patria está en peligro», dijo un soldado al conocer la noticia del fallecimiento de su progenitora, negándose a abandonar su puesto. Mientras, en las ciudades, las mujeres de la FMC se organizaban para sustituir a los hombres en sus trabajos y los CDR preparaban refugios.
El día que cayó el U-2
El 27 de octubre marcó el punto más álgido de la Crisis. Un avión espía U-2 norteamericano violó el espacio aéreo cubano. En Banes, Holguín, la batería antiaérea del Mayor Iván Minovich Guerchenov -perteneciente al grupo con jefatura en Potosí- recibió la orden de derribarlo. La investigación precisa que fue «por decisión del jefe del grupo el Mayor Iván». El Capitán Nikolaev actuó como radarista. «Les dimos un palo del cará’ a los yanquis», recordaría un testigo. El derribo tensó al máximo la situación internacional.
La traición y los cinco puntos
El 28 de octubre, la noticia cayó como un balde de agua fría. La radio anunciaba que Jrushchov y Kennedy habían acordado el retiro de los cohetes… sin consultar a Cuba. En Las Tunas, la decepción se mezcló con la dignidad. Los milicianos que rendían tributo a Camilo Cienfuegos recibieron la noticia con serenidad. Los soldados soviéticos en Potosí, Vista Hermosa y San Juan mostraron su inconformidad, «muchos de ellos con lágrimas».
La respuesta cubana no se hizo esperar. Fidel Castro enunció los Cinco Puntos para resolver la crisis, que incluían el cese del bloqueo económico y de todas las actividades subversivas, el fin de los ataques piratas y la devolución del territorio ocupado en Guantánamo.
La memoria viva de un octubre tunero
Hoy, seis décadas después, la Crisis de Octubre perdura en la memoria oral de los tuneros. En Potosí y Vista Hermosa, los más viejos aún recuerdan a aquellos soldados eslavos que compartían pan negro y trataban de enamorar a las cubanas.
El caldero que usaron los soviéticos en Potosí, conservado por el miliciano Eleodoro Núñez Pérez, es testigo mudo de aquellos días. Las bases coheteriles, devoradas por la maleza, son huellas silenciosas de cuando Las Tunas estuvo en el centro de la historia mundial.
Esta crónica rescata del olvido la epopeya de un pueblo que, frente a la mayor amenaza nuclear de todos los tiempos, no vaciló en defender su soberanía. «La oralidad de los tuneros reproduce una memoria cuyos acontecimientos siguen constituyendo parte del imaginario histórico de su epopeya vivida».
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