Las Tunas.- Cientos de pobladores de Guamo, perteneciente al municipio de Río Cauto, no imaginaron nunca el temor y la incertidumbre que llegarían a sus vidas, tras el paso del huracán Melissa al cierre del mes de octubre. Entre ellos campesinos que alistaban cosechas, que cuidaban de cultivos, que llevaban una vida sencilla en el calor de su hogar como Ramiro Avilés Mendoza.
A sus 83 años de edad este granmense se impone ante la naturaleza, tiene esperanzas nuevas, pues vive una experiencia de resiliencia, una que calman los gestos solidarios de los tuneros desde el centro de evacuación del instituto politécnico agropecuario Manifiesto de Montecristi, del municipio de Jobabo, en el cual más de mil guamenses aprecian el valor de la vida.
«Hace tres días llegamos nosotros aquí con toda la familia: mi hermana, mi sobrina y mi cuñado; estamos ubicados en la tercera planta de esta escuela», refiere Ramiro mientras conversa con otro señor de avanzada edad en el pasillo central de este colegio en el que se forman técnicos y obreros calificados de la localidad.
«Yo estaba durmiendo allá y llegó un sobrino apurado, me dijo: ´¡dale, dale, dale, que hay que irse!´; no me dio tiempo a nada, solo recogí una sábana, un colchoncito que metí dentro de un saco y dos mudas de ropa, la que traigo puesta y otra que me están lavando ahora. No pude pensar en más nada», subraya Ramiro mientras iguala su experiencia a muchos hombres y mujeres protegidos allí.

«Tenía tremenda finca viandera, todo eso se perdió. Allí trabajaba en un platanal, un fongal, dos callos de yuca, tenía entre tres o cuatro semilleros de tomate para plantarlos ahora, pero aquello quedó bajo el agua », refiere y mira a otro de sus coterráneos para disimular las lágrimas que asoman a sus ojos alargados.
«Llegué con fiebre porque andaba mojado todos esos días, enseguida los médicos me buscaron medicamentos y me entregaron jarabes para que me aliviara de la gripe. Realmente me sentía acabado, muy mal, pero solo fueron dos días, ya estoy de nuevo en pie gracias al trabajo de los médicos que parecen ser de tu familia; no había visto un personal con esa forma tan cercana con la que nos atienden aquí.
«Cada mañana la enfermera pasa por los albergues y se preocupa por quienes se siente mal, nos miden la temperatura, preguntan por los medicamentos de las personas que padecen de la presión y la diabetes. Nos tratan vaya pá´ que decir, ellos tienen un corazón enorme y están dispuestos a ofrecer lo que necesitemos.
«Tenemos todos los servicios médicos; se ocupan de los niños, a las embarazadas las llevan a las consultas al hospital de Jobabo y a los más viejitos también los ven los especialistas. Eso sí, los tuneros se han convertido en parte de nosotros.
«Yo digo que lo más importante es que estamos vivos, los animales y las cosechas que se perdieron veremos cómo recuperarlos poco a poco cuando mejoren las condiciones, igual que lo sembrado . Espero seguir trabajando, no puedo estar sin hacer nada y más cuando veo tanta ayuda con nosotros».
Ramiro es de esos hombres sencillos desde el corazón, su admiración ante la acogida de los tuneros espera retribuirla en un mañana con la invitación a su casa en Guamo, un pueblito que visualiza en el futuro con el comienzo de quienes hoy permanecen en este centro de evacuación bajo el cuidado de cientos de tuneros que hoy abrazan solidarios a los hermanos de Granma.




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