Las Tunas.- La ciudad que más veces fue reducida a cenizas durante las guerras de independencia del pueblo cubano contra el colonialismo español y que más nombres recibió en su joven pero rica historia celebra hoy el onomástico de su Santo Patrón.
Fue un 30 de septiembre, Día de San Jerónimo según la tradición católica, cuando, quienes años atrás habían llegado desde la Villa de Bayamo y fundaron un hato en estas llanuras donde abundaba la espinosa planta de tuna sobre sus pastizales, se reunieron para bendecir al santoral en la primera misa .
Desde aquel día la naciente comarca era bautizada como San Jerónimo de Las Tunas. Mucho ha llovido desde entonces hasta la fecha, y lo que fue primero un pequeño caserío a orillas del camino real se convirtió en la sexta ciudad más importante de Cuba.
La lucha de sus hijos por levantarla tres veces de los escombros y cenizas moldeó su espíritu, tenacidad y arraigo, valores que distinguen a quienes hoy se aferran a la vieja comarca, la colorean, le cantan, le pintan y sostienen en el tiempo.
Poco queda de su arquitectura colonial; su atemperado eclecticismo y hasta el racionalismo menos visualizado, junto a un modernismo con mucho de extravagancias y poco de arte, distinguen la fisionomía urbanística de la que después de hato y San Jerónimo de Las Tunas pasó a llamarse Tunas de Bayamo.
Más de medio siglo después, con el triunfo de las fuertes tropas del poder colonial en la primera de nuestras contiendas emancipadoras, el ya asentado pueblo empezó a conocerse como Victoria de Las Tunas, apelativo por el cual y aún, tal vez por arraigo o costumbre, muchos le siguen nombrando.
Su quinto y definitivo nombre lo adquirió en 1976 cuando la Revolución triunfante realizó la división política-administrativa. Las Tunas se convirtió en una pujante y vigorosa provincia, cuya capital recibió igual denominación, lo que le permitió desarrollar infraestructuras y crecer con nuevos barrios y repartos.
Así, con sus puertas y su corazón abiertos, los hijos de San Jerónimo celebran hoy, en medio de circunstancias que ponen a prueba la tenacidad y el empeño, a su ciudad; quizás no tan lúcida, como se quisiera y merece, pero heredera de la voluntad y la estirpe de sus ancestros. Felicidades tuneros.
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