Argelio mira la copa de los árboles y siente la ternura por el verdor de la naturaleza, de la frondosidad de sus ramas que dejan pasar tenuemente la luz del Sol, de los árboles libres, de cara al viento, con ese susurro característico cuando la brisa bate sobre sus hojas. Está dentro de ese bosque que es parte de su vida, que le da sombra y le relaja los sentidos. Ese bosque lo ayudó a plantar su padre, a quien él hoy le sigue sus pasos.
