Yo conocí a Víctor Marrero allá por los años 80, cuando luego de regresar de la República Popular de Angola me uní al Taller Literario “El Cucalambé”, y como vicentista, veía en él un ejemplo, un paradigma; admiraba la pasión con que hablaba del León de Santa Rita y en gran medida, aunque desde pequeño tuve afición por la historia, él influyó enormemente en este interés.
