Las Tunas.- Hay heridas a la dignidad, al decoro y la soberanía de un pueblo que nunca sanan; al contrario, el rechazo y repudio que ellas causan sirven de inspiración para continuar librando batallas contra los males que las provocan.
Así sucede con el ultraje que significó para los cubanos el vil y cruento sabotaje contra un avión que causó la muerte a 73 personas, entre ellas 24 jóvenes del equipo nacional de esgrima que había ganado de manera absoluta el Campeonato Centroamericano y del Caribe, dos eran tuneros.
Era miércoles 6 de octubre del año 1976, el vuelo 455 de Cubana de Aviación despegaba del aeropuerto Grantley Adams, en Barbados, con destino a La Habana. Nueve minutos después una explosión interrumpió la tranquilidad del mar y la rutina de la vida.
Carlos Leyva y Leonardo Mackenzie Grant, los dos tuneros que formaban parte de aquellos atletas, víctimas del primer atentado terrorista contra un avión en pleno vuelo en el hemisferio occidental, eran jóvenes cargados de sueños y logros por alcanzar en su vida deportiva.
Inspirados en su ejemplo y como digno homenaje a sus figuras, miles de jóvenes deportistas tuneros y cubanos salen a competir cada día y otros tantos impulsan tareas de la producción y los servicios; mientras que en el alma de la nación sigue abierta la herida que aún sangra porque los responsables del crimen nunca fueron juzgados.
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