El Día Internacional de la Juventud constituye más que una fecha en el calendario, significa un recordatorio de la fuerza que late en las calles, las aulas y los hogares.
Los jóvenes, con sus voces vibrantes y sueños infinitos son los arquitectos de un mañana que aún se escribe entre desafíos y esperanzas. Sin embargo, su camino está marcado, muchas veces, por los reveses de la cotidianidad: mientras algunos celebran sus nuevas adquisiciones y libertades, otros cargan con carencias, incomprensión o incertidumbre. La juventud no es homogénea, pero su lucha por ser escuchada, sí lo es.
Son las nuevas generaciones quienes lideran movimientos como el feminismo, la lucha ambiental o las protestas contra crímenes. En este país hay muchos nombres escritos en la historia que definen la esencia del joven cubano, basta con mencionar sólo algunos como: Villena, Mella o Abel Santamaría.
La continuación de esa herencia se ve a diario, como destellos de luz. Jóvenes artistas, científicos y emprendedores redefinen el progreso con proyectos que mezclan innovación y talento. Su mayor virtud radica en no conformarse: se levantan a pesar de todo y lo logran todo, nada les queda grande, ni siquiera las dificultades.
El Día Internacional de la Juventud debería ser, más que una celebración, un llamado a la acción. Los jóvenes necesitan oportunidades y verse reflejados en hechos. Hoy, como siempre, la pregunta no es qué pueden hacer los jóvenes por el mundo, sino qué puede hacer el mundo por ellos.