Estados Unidos, país de sueños rotos

24 de Feb de 2018
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Estados Unidos, país de sueños rotos

Foto AP.

Es difícil aceptar la muerte de un ser humano, sobre todo cuando es alguien cercano, un familiar un amigo; pero, es realmente insultante y horrible si es un joven el que muere asesinado: quizás por eso, o por solidaridad con los padres de las víctimas, el tiroteo del pasado 14 de febrero en la escuela secundaria Marjory Stoneman Douglas, de la ciudad de Parkland, Florida, ha suscitado una reacción de ira y rechazo más allá de las fronteras de Estados Unidos.

¡Nunca más!, es el grito de los estudiantes en las calles y en las redes sociales, y poco a poco a las muestras de dolor se suman acciones conscientes de reclamos al gobierno para que se apliquen leyes más estrictas en el control de armas.

Pero, una breve mirada a los antecedentes del hecho -protagonizado esta vez por Nikolas Cruz, un joven de 19 años de edad, que mató a 17 personas e hirió a otras 15 en la misma escuela donde había estudiado y de donde fue expulsado por problemas de conducta- demuestra que no será fácil lograr que se tomen las medidas necesarias para eliminar la violencia en los centros educativos y en las calles de la gran nación norteña.


Datos abrumadores resultan claras evidencias de la tendencia a ser violentos en una sociedad que considera justo y lógico «hacer justicia por su mano», al estilo de las películas del oeste, y en un ambiente en el cual el racismo, las injusticias sociales, la corrupción y el crimen ocupan lugares de preferencia en los medios de comunicación y en la vida cotidiana.

Lo triste es pensar que no se trata de un hecho aislado, ni mucho menos nuevo. En 1927, en la escuela primaria Bath, en Michigan, un hombre causó la muerte de 44 personas, de ellos 38 menores, y luego se suicidó.

Estados Unidos, país de sueños rotos En la historia más reciente se inscriben varios tiroteos en centros escolares estadounidenses, entre ellos los ocurridos en el Tecnológico de Virginia, abril de 2007 (32 muertos); en la Primaria Sandy Hook, diciembre 2012 (26 muertos); en la Universidad de Texas, agosto de 1966 (14 muertos) y el de la Secundaria Columbine, que dejó saldo de 13 víctimas mortales,en abril de 1999.

De 2013 hasta la fecha se han producido 291 hechos similares en Estados Unidos, y solo en lo que va de año este ataque es el número 18; sin embargo, no se vislumbra el final de tanta locura; al contrario, el presidente Donald Trump aboga por armar a los maestros, mientras el senador Marco Rubio se muestra evasivo, posturas comprensibles si se tiene en cuenta que ambos políticos son financiados por la Asociación Nacional del Rifle (NRA), o reciben prebendas por su apoyo.


Hasta el momento la autorización a los profesores para portar armas en las escuelas y revisar con más cuidado los antecedentes de quienes desean comprarlas son las únicas medidas de las que habla el gobierno.

En tanto llegan a acuerdo, los jóvenes continúan en las calles reclamando mayor seguridad para sus vidas, en Twitter la etiqueta #NeverAgain (#NuncaMás) desborda seguidores; pero, el ansiado control de armas no llega.

Llama la atención que el gobierno que se toma el derecho de opinar acerca de presuntas violaciones de derechos humanos en Cuba, tenga semejante historial de violencia en las escuelas con tan alto costo para las nuevas generaciones.

Y mientras en Estados Unidos hoy los jóvenes se preocupan por la supervivencia en un medio hostil y sienten miedo de ser víctimas también, en Cuba los estudiantes de todas las enseñanzas son felices en sus aulas, donde se les garantiza una esmerada educación y tienen a su alcance los medios elementales para instruirse de tal modo que el futuro de la patria esté garantizado.


Pero, a veces las distancias son insalvables, y el gobierno de Estados Unidos no tiene entre sus prioridades la seguridad de los niños, adolescentes y jóvenes que asisten a clases cada día: solo el dinero acumulado cuenta.

En 1886, el Héroe Nacional de Cuba José Martí, buen conocedor de Estados Unidos, porque según él vivió «las entrañas del monstruo», escribió:


«En verdad que en los Estados Unidos el afán por la riqueza pervierte el carácter, hace a los hombres indiferentes a las cuestiones públicas en que no tienen interés marcado, y no les deja tiempo ni voluntad para cumplir con su parte de deber en la elaboración y gobierno del país, que abandonan a los que hacen oficio de la cosa pública, por ver en ella desocupación desahogada y lucrativa».

Ojalá el debate sobre el control de armas llegue a feliz término y se imponga la cordura; ojalá los «hombres indiferentes» recobren la voluntad de hacer por su pueblo, quizás entonces las víctimas de la violencia descansen en paz, y los sobrevivientes recuperen su vida, sus sueños…

/mdn/

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