Las Tunas.- Incrementar las producciones agropecuarias es el único modo de disminuir los precios de las viandas, los granos, las frutas, hortalizas y otros renglones, los que en la provincia de Las Tunas se comercializan a muy altas tarifas, incompatibles con el bolsillo de los trabajadores.
Esta es una realidad que lastima mucho a los residentes en el territorio tunero, donde «aparece» de todo pero la mayoría de las personas no pueden acceder a esos alimentos porque su costo supera por mucho los salarios de las familias. Y, por la propia demanda del organismo humano, se come todos los días.
Frente a dicho panorama, lamentable y extendido en el tiempo, las principales autoridades políticas y gubernamentales, junto a los especialistas de la delegación del Ministerio de la Agricultura, insisten en que hay que incrementar las superficies productivas en todos los municipios.
Precisamente ese es un acuerdo del Comité provincial del Partido, que implica constituir más polos o escenarios de desarrollo, dedicados a la siembra de cultivos varios, con prioridad para el plátano, la yuca y el boniato, además de la calabaza que técnicamente es una hortaliza pero la consumimos como vianda.
Ya consolidan sus espacios los productores de Jesús Menéndez, así como los de Puerto Padre, en la zona de Gayol, y Manatí, con el polo Turcios Lima. En Jobabo avanza la gestión en el «Melanio Ortiz», aunque está demostrado que pudiera tener mejores resultados porque tiene suelos fértiles y destacados campesinos.
Están en fomento La Palma, de Majibacoa; Almendares, en el municipio cabecera; Leningrado y Las Mercedes, en Colombia; y Polo 107 y San Alberto, en Amancio. Todos esos lugares repercuten en el plan de siembra de cultivos varios, que en esta campaña de frío pretende superar las 26 mil hectáreas.
De mantenerse el ritmo de plantación y de cosecha, es innegable que habrá más productos agropecuarios para la venta a la población. Pero, además de sembrar se requiere solucionar las deficiencias en la contratación, el desvío a otros destinos, el pago en tiempo a los productores y la comercialización.
Esta actividad es ahora mismo otro gran problema. Los precios de las tablillas no son los que exigen los vendedores y no es un asunto solo de carretilleros o carretoneros. Incluso, se aprecia en los puntos de venta que se ubican en los barrios y que de cierto modo alivian la tarea de poner comida en la mesa de las familias.
Resulta que en unidades estatales arrendadas a diferentes formas de gestión, el arroz criollo se cotiza a más de 155 pesos y por debajo del telón se venden productos carísimos; por ejemplo, frijoles, queso y otros renglones. Para colmo de males, algunos que hasta hace un mes aceptaban el pago en línea, ahora solo permiten transferencias de hasta mil pesos.
Del tema hay muchas aristas, como falta de recursos materiales y escasa fuerza de trabajo. Pero, no hay más remedio que superarlos y dar un vuelco tanto a la producción como a la comercialización, una demanda de los tuneros que ya acumula muchos años.
/mga/
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