Las Tunas.- La violencia de género no es solo un golpe que duele en la piel; es una cadena invisible que ata el alma, un veneno lento que carcome la autoestima y un yugo que pretende robar hasta el último suspiro de libertad. Es el monstruo que habita en el hogar, disfrazado de amor, y que siembra el miedo como ley. Esta es la historia una mujer, que con solo 16 años, comenzó a cargar sobre sus hombros el peso brutal de este flagelo.
Aunque las cicatrices aún hablan y la batalla no ha terminado, la voz de esta mujer se alza firme y clara como un faro en la noche. Ella es la prueba viviente de que la violencia se puede derrotar con la fuerza de la dignidad, y que nunca, nunca es tarde para reescribir el final de la propia historia y encontrar, al fin, la paz.
Escuche el testimonio aquí.
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