Las Tunas.- El silencio, solo interrumpido por el fuerte viento, rompió la idea que llevaba esta reportera hasta un punto de la Cooperativa de Producción Agropecuaria Calixto Sarduy Arcia, de Becerra, en el municipio de Las Tunas, pues jamás escuchó el aterrador mugido de los animales o los gritos del hombre frente a las bestias.
No había violencia y, al contrario, imperaba la calma. En medio de la corraleta un hombre menudo esperaba preguntas difíciles que no existieron. Más bien, se estableció una comunicación amigable, aunque marcada por sus pocas palabras.
Es que Cledis Morales Peña no es de mucho hablar. Lo de él son los hechos. ¡Y qué hechos! En la provincia, y en toda Cuba, pocas personas se atreven a hacer lo que él y, para eso, se necesita de mucho valor porque es domador de toros.
Escuche la historia de Cleidis:
«Aprendí desde niño. Mi papá lo hacía y yo era inteligente, lo miraba todo, hasta que un día comencé a ayudar para convertir animales fieros en dóciles y usarlos en labores agrícolas. Han pasado los años y ya he trabajado unas 50 yuntas».
Confiesa que a veces ha tenido miedo y que ha recibido muchos golpes. Pero no se arrepiente de lo que escogió para su vida y, por eso, se siente muy orgulloso. Incluso, comprometido a seguir porque sabe que se necesita de hombres como él, que desafíen a la naturaleza para obtener más alimentos.
«Hay que tener fuerzas para domar bueyes. Y conocimientos. Se seleccionan con las patas y la cola finas. Son mejores los de pisado corto y los que tienen los tarros fuertes.
«Los primeros días necesito ayuda y me la da mi hermano, que muchas veces trabaja conmigo. Ya el resto del tiempo lo hago yo solo. Al inicio se les ponen los narigones, el yugo y los demás accesorios para comenzar a adaptarlos a estar en pareja. Luego se les enseña a que caminen detrás de ti y se les pone el nombre, en dependencia de sus características. Si su rabo es blanco, se llama Coliblanco, o Azabache si es negro.
«Les paso mucho la mano y les doy cariño, porque eso es necesario. De todas formas, también a veces se les dan golpes, como la manera de imponerles el respeto, para que sigan tus indicaciones. A medida que vas trabajando con ellos, van aprendiendo.
«Para empezar a domarlos es mejor que tengan un año ya. El proceso demora entre ocho y 12 meses. Los más inteligentes pueden salir antes, hasta en seis meses; pero, los resabiosos demoran más tiempo.
«Se corren muchos peligros y hay que evitar que te fajen. Eso es terrible. Una vez yo estaba aquí con una yunta y salieron corriendo. Me enredaron por un pie y me tumbaron. Me arrastraron un buen pedazo y pararon porque chocaron. Pasé un tremendo susto.
«A veces se desenyugan y se caen boca arriba, cuesta para acomodarlos; pero, yo los vuelvo a enyugar, no se pueden soltar.
«También es importante cuidarlos. Hay que darles comida para que estén fuertes, que duerman en una corraleta limpia y seca, que tengan agua, y que se les den los medicamentos para desparasitarlos».
Este domador de toros siente que todavía puede hacer mucho más por lo útiles que resultan los bueyes.
«Son muy útiles porque ayudan al ahorro de petróleo. Imagínate un animal que tú lo enseñes y que trabaje para ti, halando un carretón, o trasladándote las mercancías. Te ara la tierra para que tú la siembres… hacen muchas cosas».
Cledis ve su quehacer como algo normal. Pero, se sabe que es una responsabilidad extraordinaria e importante, que, por suerte, se multiplica ante los retos actuales de producir más alimentos con menos recursos materiales.
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