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Lidia y Belisario: enseñanza y ciencia desde la Universidad de Las Tunas

Las Tunas.- Durante 48 años Lidia Galindo Menéndez y Belisario Tomás Cedeño García, han compartido más que sus vidas en el matrimonio. El amor por la ciencia y la consagración al magisterio los hace partícipes del progreso científico de la Universidad de Las Tunas y el desarrollo socio-económico de la provincia.

La casa de altos estudios significa más que un nombre para estos graduados de Ingeniería Agrónoma, de la Universidad de La Habana, quienes luego de prestar sus servicios en centros de la educación superior de las provincias de Santiago de Cuba y Granma, se asentaron en el territorio y hasta hoy permanecen con los mismos deseos de enseñar y promover la ciencia.

Este matrimonio de educadores asumieron el reto de formar hombres de ciencia, un compromiso que defienden con agradecimiento a la institución, «la Universidad de Las Tunas significa mucho para mí, aquí tuve la posibilidad real de superarme, hice la maestría y el doctorado vinculado al diseño curricular de la carrera de Agronomía, me acercó mucho más a la docencia y la investigación», confiesa Belisario, un docente con amplia trayectoria en varios centros investigativos del oriente del país.

Los recuerdos de Lidia están construidos desde el 8 de marzo de 1995 cuando acompañando a su esposo llegó a la provincia. Cada experiencia en los últimos 25 años de su vida se vincula a este espacio que abrazó sus proyectos de estudios y sus responsabilidades docentes e investigativas.

«Me incorporo a impartir clases en el departamento de producción de Agronomía. En esa etapa inició el laboratorio de biotecnología y tuvimos la oportunidad de fundarlo y trabajar con varios cultivos y la micro-propagación de la caña de azúcar», comenta mientras sus ojos apuntan a su compañero de vida con un brillo especial.

La complicidad de su amor les sirvió de sostén a las largas horas de superación compartidas en pos de la ciencia y el desarrollo profesional y en ocasiones ante la responsabilidad por la superación de otros, él al frente del Centro de Estudios de Desarrollo Agrario durante diez años y ella como coordinadora de la maestría de la carrera de Agronomía y presidenta del tribunal para el cambio de categoría de auxiliar y de titular.

«Ahora somos profesores investigadores del Centro -apunta Belisario- mientras reconoce el apoyo incondicional de Lidia en interés constante por su superación, «ella siempre me impulsó a permanecer investigando, a no desvincularme de la docencia y en los últimos años tuve la posibilidad de aportar a la ciencia y la formación de estudiantes, maestrantes y doctores en el colectivo.

«Me ha acompañado en todo, es incondicional, en el orden científico nos aconsejamos mutuamente, nos damos criterios ha sido muy exigente en el comportamiento lo cual me ha ayudado muchísimo. Quienes ocupamos responsabilidades si no se tiene un familia que sea rigurosa puedes tener dificultades, y en eso Lidia ha sido un ejemplo en conducta moral».

Vivencias como estas acompañan la evolución de la casa de altos estudios que resguarda maestros de corazones, «el proceso de integración de la Educación Superior a mi juicio le ha dado fortalezas y se ha creado una universidad más potente, con mayor posibilidad de desarrollo científico y de aporte socioeconómico al territorio, y aunque hay muchas cosas por hacer todavía existe buena proyección en ese sentido», insiste el investigador.

Mientras la Doctora en Ciencias Agrícolas se suma al orgullo de pertenecer al ámbito de la educación superior, «desde que me incorporé a la institución me vinculé al estudio de la caña de azúcar y por la parte de biotecnología me involucré en varios proyectos, una labor constante que nos reconoció por el impacto de varias investigaciones con el premio del Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente (Citma) en el 2015».

La historia de estos pedagogos deja un impacto en la nueva hornada de investigadores de la Universidad de Las Tunas, una pasión que inculcan a los educandos que inician su formación.

«Es una gran satisfacción que la carrera de agronomía sea de excelencia y ese mérito de hacerlo junto a los estudiantes, es de gran agrado. Desde que llegan los enamoramos, los incentivamos con trabajos en los grupos científicos desde los primeros años y en ese sentido es trascendental el proceso de investigación y el sentirse útil, ese es nuestro logro colectivo con lo cual nos sentimos orgullosos», apunta Cedeño García.

«Me siento contenta por la Facultad de Agronomía porque no es hablar de uno mismo es hablar de todos los compañeros y de proyectos tan importantes como el Proyecto de Innovación Agropecuaria Local, que identifica a la Universidad  y la provincia. Toda esa labor no se debe a una sola persona sino a un claustro de estudiosos que apuestan por mejorar el trabajo, mi esposo y yo llevamos juntos 48 años y toda una vida hemos hecho eso, dar clases e investigar» apunta con orgullo Lidia, una mujer tímida ante las declaraciones pero con una amplia obra en la ciencia.

En los últimos tiempos denotan juntos en el trabajo en el mismo local, consultan diferentes estudios y reconocen a la Universidad como el lugar fundamental para aprender mucho más y que los ha convertido en mejores personas.

Estos estudiosos tienen el respeto de discípulos y compañeros de trabajo, y disponen del apoyo de los integrantes del hogar, «la familia es una integración indudablemente importante, es lo primero, de ahí que le hemos dedicado la vida profesional a la Educación Superior, la universidad, las clases, la investigación, la formación de nuevos grupos de graduados.

De alguna manera sus ejemplos inciden en su hija Libely Victoria Cedeño Galindo, quien transita su camino en la docencia, una vocación que corresponde ante la consagración de sus padres.

«Hemos impulsado el interés por la capacitación y creo que nuestra conducta se ha impregnado en ella, el estudio forma a las personas y esa sería nuestra mayor satisfacción», precisa Belisario mientras para Libia la esencia está en la entrega, «lo fundamental en toda tarea que se asume es el amor, la incentivo a que se supere y se convierta en Doctora en Ciencias y sea ejemplo para sus dos niños, ese es el mejor reflejo en la educación de la familia».

Unidos concluyen su diálogo en el sofá de la casa, así como emprendieron su vida aquel 16 de diciembre de 1971 para formar una familia, que hoy prestigian con el paradigma de una educación en valores, la pasión por el magisterio y la ciencia en pos del futuro.

/nre/

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