Las Tunas.- La Tierra es un hogar común, cuna de riquezas que no están distribuidas de manera equitativa, pero que dan vida porque todo sale de este planeta que habitamos y que, lamentablemente, no cuidamos como se requiere para que siempre dé lo que necesitamos.
Protegerla es un imperativo y más que eso, es un deber porque debido a tantos maltratos, la Tierra sufre y devuelve las malas acciones en fenómenos meteorológicos cada vez más intensos, como ciclones, nevadas, sequías, terremotos y otros.
En la provincia de Las Tunas, los campesinos son víctimas y a la vez, salvadores. Se les estruja el alma cuando ven morir las plantaciones, en espera de los aguaceros que devuelven la vitalidad a las plantas, o al ver sus cultivos arrasados por los fuertes vientos.
Pero, se llenan de orgullo al comparar los suelos de ayer y de hoy, enriquecidos con materia orgánica y fertilizantes biológicos que sustituyen los químicos, ausentes por razones económicas y porque está demostrado que a largo plazo dañan a los microorganismos del entorno.
A los productores del territorio tunero no les resultan ajenos los problemas mundiales y aunque siempre hay excepciones, se intenta cumplir las regulaciones establecidas en el país para proteger el suelo, los ríos, la capa de ozono, el agua, los humedales y el medio ambiente en general.
Es cierto que en los campos de Las Tunas se pierde la biodiversidad, el agua se hace escasa y el suelo pierde la capa fértil; pero, su gente también se crece mediante diversas acciones de educación ambiental para dejar un mejor futuro a las nuevas generaciones.
Las lágrimas del planeta Tierra deben convertirse en alivio para los problemas medioambientales de hoy porque la humanidad toda merece un mejor entorno, con riquezas mejor distribuidas y un ambiente natural en el que también coexistan animales y plantas.
/mga/
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