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La heráldica, tradición y singularidad en Las Antillas

Nuestra condición insular, la ausencia de títulos nobiliarios al más puro estilo de las cortes europeas y el hecho de que nuestra aristocracia fuese expresión del último estertor de un pasado glorioso y bélico, lejano en el tiempo es, tal vez, la causa de que Cuba no tuviese un vasto desarrollo de la Heráldica; al menos no con la dimensión de otras naciones.

¿De qué hablamos? La Heráldica es el arte de componer escudos de armas y la ciencia que los estudia. Un escudo de armas es una representación gráfica que contiene los emblemas, y a veces también los lemas, que representan simbólicamente una nación, una ciudad, un linaje.

Como señales indelebles de esa nobleza olvidada, persisten imágenes de escudos familiares y territoriales en alguna fachada cubana, o en los volúmenes empolvados y poco consultados  de las bibliotecas. Históricamente, muchas urbes y familias han tenido un escudo que sintetiza su historia, costumbres e idiosincrasia.

El escudo primado de Cuba es el que concediera el Cardenal Cisneros, a la sazón Regente del Reino, en 1516. En éste aparecen tres alegorías femeninas, es decir, tres símbolos que representan a dos mujeres: una representación de la reina  Isabel, y la imagen de Nuestra Señora de la Asunción, que representa a la Virgen María, madre de Jesús.

En la Heráldica Cívica cubana local se manifiesta también la figura femenina. El escudo de Las Tunas salió de las manos de Mary Cruz Medina y la divisa de esta obra es «quemada antes que esclava», sentencia que rememora la icónica frase del Mayor General Vicente García González.

Se dice que el escudo oficial de la provincia Pinar del Río rompe los cánones de la heráldica, con hojas del tabaco y flores en lo alto de sus ramas. En la historia no hay muchos escudos con flores, pero el del territorio más al occidente de Cuba se parece a su pueblo y a su historia.

En el primer cuarto del siglo XIX, la villa de Sancti Spíritus logró el beneplácito de España para tener su propio escudo de armas, permiso que llegó de manos de Fernando VII. Hubo dos lemas a escoger: No reconozco otro dueño y Mi lealtad acrisolada, siendo este último el aprobado porque hacía referencia a la fidelidad del Ayuntamiento a España ante el dominio británico en La Habana.

Como símbolo de cada sitio, la entrega del escudo de una ciudad por parte de las asambleas municipales y provinciales del Poder Popular, a personalidades, entidades, y colectivos laborales, representa un altísimo honor y muestra de la labor del homenajeado en pos del bien común.

Tantísimo más se pudiera decir acerca de la Heráldica en Cuba, lo cierto es que este campo se nos muestra hoy como un extraordinario patrimonio que debe ser protegido como parte de nuestra herencia cultural. La Heráldica sigue viva, vivísima; conocerla es, también, viajar en el tiempo y en nuestro devenir, de una manera, incluso, lúdica y estimulante.

/mga/

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