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Vencer el estrés, imperativo de nuestros días

La vida moderna, sobre todo en las grandes ciudades, es complicada; depende de factores que escapan en gran medida del dominio y voluntad de sus habitantes: tener casa, un buen empleo y salario, el transporte público adecuado, acceso a las instituciones de salud…

La aparición de la Covid-19 y la crisis en que se ha visto envuelto el mundo en los últimos años han generado nuevos conflictos de interés para la sociedad a nivel mundial y con ello se han agudizado los problemas que afectan la salud mental de quienes viven amenazados por situaciones adversas, dígase enfermedades, pobreza extrema, guerras, falta de alimentos y medicinas.

Una de las reacciones primarias ante la necesaria cercanía con los problemas mencionados es el estrés, del cual mucho se habla a diario y sobre el que pocos saben cómo afecta a las personas y las maneras de enfrentarlo.

Nuestro país no constituye excepción al respecto, por eso conocer acerca del tema y aprender a coexistir con él puede ser vital para aquellos que sufren hoy las carencias, apagones, precios exorbitantes y toda la gama de vicisitudes desagradables que nos afligen.

El estrés es una reacción fisiológica del organismo en la cual entran en juego diversos mecanismos de defensa para afrontar una realidad que se percibe como amenazante o de demanda incrementada, nos dice Wikipedia. El estrés es el modo de reaccionar ante un desafío.

Para entenderlo mejor, el estrés puede ser descrito como una circunstancia de sobrecarga o de presión que afecta al ser humano y depende tanto de las demandas del hecho en cuestión, como de los recursos de la persona para afrontarlo, es decir, se trata de un sentimiento de tensión física o emocional que se produce de manera automática y natural ante escenarios o pensamientos amenazadores, frustrantes o desafiantes.

Plantean los especialistas que un nivel moderado de estrés es normal, ya que el ser humano debe ser capaz de adaptarse a múltiples realidades. Por ejemplo, frente al peligro, digamos un  huracán de gran intensidad, es positivo que la persona se ponga en alerta, para poder reaccionar de manera adecuada. Sin embargo, si el individuo no dispone de suficientes recursos para resolver ese desafío y al final le supera, genera niveles de estrés excesivamente altos que pueden desembocar en consecuencias perjudiciales.

Hay casos, como el del huracán, que no se sostienen por mucho tiempo en la vida del sujeto, son transitorios; sin embargo, no es lo mismo cuando el estrés se produce por sucesos perdurables y sin solución: un familiar enfermo, la muerte de seres queridos, un matrimonio infeliz, un hogar disfuncional, la incapacidad para resolver problemas económicos, etc. Prestar atención entonces, no solo a las causas, sino también a las consecuencias que puede generar el estrés, podría evitar males mayores.

Es importante que las personas conozcan que el estrés puede causar varios síntomas, tanto físicos, como psicológicos y emocionales: dolor de cabeza, hipertensión, enfermedad cardíaca, pérdida de memoria, diarreas, cambios de conducta, ansiedad o depresión, falta de energía o de concentración, cansancio constante, problemas a nivel sexual, insomnio o exceso de sueño, y un sinnúmero de dolencias más que pueden crear trastornos muy serios.

El estrés produce un desgaste a nivel celular y el envejecimiento de quien lo padece; no obstante, se ha comprobado que con el descanso se puede recuperar y hacer reversible el proceso de deterioro por estrés.

Punto y aparte merece saber que cuando el estrés es crónico las personas se acostumbran a él e ignoran su existencia porque es algo familiar, y a veces hasta casi les resulta cómodo. Este estrés puede matar a través del suicidio, el ataque al corazón, la apoplejía. Las personas se desgastan hasta llegar a una crisis nerviosa fatal, por eso es tan importante buscar a tiempo la ayuda de expertos.

Pero, si llegado el caso no se acude al especialista indicado, hay que tratar de reducir al máximo el estrés. Lo primero es identificarlo y determinar las situaciones que lo desencadenan. No se puede ignorar el mal porque terminará consumiendo a quienes lo padecen; tampoco vale la pena tratar de disimularlo comiendo en exceso, fumando y bebiendo alcohol, o consumiendo otras drogas.

Tampoco podemos descuidar a familiares o personas cercanas con síntomas de estrés porque a menudo el estilo de vida y los rasgos de personalidad están tan arraigados y son tan habituales en los afectados que ni ellos ni quienes los rodean ven nada malo en la forma cómo conducen sus vidas. Por el contrario, culpan a los demás de sus frustraciones.

Aunque sea difícil aceptarlo hay circunstancias que no se pueden cambiar, y aprender a lidiar con ellas de la mejor forma es mucho más sano que dejarse abatir por la depresión y la tristeza. De ser posible, alejarse lo máximo de la fuente potencial del estrés sería muy útil.

Los expertos sugieren hacer ejercicio físico de forma regular para liberar tensiones; aprender técnicas de relajación, realizar actividades como yoga o pilates, entre otras esenciales para mentes sanas.

Poner límites si el estrés surge por el exceso de tareas a cumplir en el trabajo o en el ámbito familiar resultará efectivo; pero, de manera priorizada hay que adoptar una postura positiva ante los problemas y las situaciones complejas de las cuales ni los más fuertes y preparados podrán escapar.

/lrc/

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