En toda Cuba, existen varios asentamientos poblacionales con el nombre de Macagua: en Holguín, Cienfuegos y Las Tunas. En otros países también existen zonas que ostentan ese nombre.
Es la Macagua del municipio de Jobabo en Las Tunas, una de las que aporta glorias a Cuba, pues de allí provienen importantes estrellas del deporte cubano como los Urrutia.
Pero me atraía más esa historia que de tanto correr, presumo se ha convertido en frase popular para denominar a aquellos que usan el pelo largo “eres el Pelú de la Macagua” o a los que actúan en un momento dado con desmedido desatino o quizás valentía “eres el loco de la Macagua”. Esas frases viajan con muchos cubanos, diseminando nuestra cultura por el mundo como parte de nuestra tradición oral.
Como quiera que sea, he escuchado mil veces esas frases y no creí que existiera una imagen gráfica a quien adjudicarle esa historia pero una vez más Tony Barly da luces a mi curiosidad enviándome esta impresionante foto que días después me envía Juan Morales Agüero, con los datos que conocía de este personaje y que publicó en sus Postales Tuneras.
Quise investigar más y pregunté a Felix Biembenido De Ávila Echemendía, celador de historias fascinantes y aquí les comparto parte de lo que publicó en en el Periódico 26 en la sección dominical “Del Ayer Tunero” del Domingo 4 de mayo 1986 y que hoy me dedicó, gentilmente.
“La primera referencia del infeliz alucinado se tiene desde cuando el rico terrateniente, Francisco Lima Delgado, que inauguraría en su finca La Macagua “El Ranchón Lima”, una casona de guano, amplia, bien confeccionada con un mágnifico comedor y un bar con las más exigentes bebidas, aprovechó el evento y puso la instalación a disposición de Amado Aréchaga, magnate azucarero del central Jobabo, para ultimar los detalles de la próxima zafra, participaron los ejecutivos de la fábrica y los colonos de ese territorio.
Fueron invitados especiales nada menos que las siguientes autoridades: Coronel Martín Elena, Jefe del Distrito Militar; sus asistentes, capitán Joaquín Casilla y el teniente José Campoamor. Se cuenta que este hombre de las “cavernas” fue visto ese día por los alrededores, del “fetecún” y claro está, es conocido como son de veloces las noticias, aún sin internet.
Con esta referencia armé una expedición, escalamos la loma de la Macagua, buscamos el lugar donde se ocultó, los vecinos pusieron un poco y el triunfo de la Revolución puso el resto.
Resultó ser un “jamaiquino” cortador de caña, vecino del barrio, azotado por el hambre, el olvido y el desarraigo, tragedia de cientos de negros que emigraron a Cuba. Dejó el bohío en el batey de la Colonia y se fue a vivir como pudiera en las quebradas profundas de la pedregosa altura. Regresar a su estadío primitivo era imposible, se ayudaba en algo con su alimentación, el resto de su andamiaje corporal no le cubría del todo su raída y mugrosa vestimenta. Era verdaderamente un salvaje, tanto así que no llegó a temer otra compañía humana, su soledad le creó la leyenda.
Anoréxico y ya sin fuerzas fue encontrado por los vecinos y trasladado hasta Las Tunas, donde el Dr. Jeremía Ojito lo atendió y esto contaba más tarde.
«Aquí llegó casi amarrado el Pelú de la Macagua. Fue toda una noticia. Famélico, barbudo, con las uñas extremadamente largas, sin palabras, sin pedir y sin saber si el mismo existía. El consulado inglés, se interesó por él, era súbdito de la vieja monarquía europea, había llegado desde Jamaica tras el azúcar y se fue con lo amargo de su enajenación, sin acordarse de su nombre. Tal vez nadie registró su ingreso y menos si pudo regresar a su isla”.
Según refiere Alberto Carlos Estrada Segura, esta historia fue llevada al arte por Josefina Taylor, directora de la Compañía Folclórica Onilé, en su función social de rescatar leyendas, montó un espectáculo danzario nombrado Sumbí Maon, donde aludía a ese personaje. Fue una producción con el grupo Kaos Teatro. Ese personaje fue interpretado por el bailarín Carlos Leyva.
Es nuestra historia también hecha de sal y azúcar, sangre y lágrimas, de negro y blanco, odio y amor, de juicio y locura. (Por: Iris Cruz/Crítico de arte)
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