Implacable y fugaz la muerte arrasa a su paso toda fuente de vida, incluso la que más frescura regalaba en cada sonrisa, y entonces pensamos qué injusta es ella, cuando nos arrebata, sin previo aviso, un ser que era amigo, hijo, padre y hermano.
La noticia de su fallecimiento frenó el día de todos, Leonardo Mastrapa Androín ya no está entre nosotros y nos quedamos a la espera de que sea una errada noticia o un equívoco del destino.
Cómo asumir el dolor en el pecho de perder a ese hombre, que para muchos es y será el ser más especial y único en el gremio periodístico de Las Tunas.
Mastrapa dedicó toda su vida a esta profesión, desde su graduación en 1990 en la Universidad de Oriente, empezó a trabajar en el Periódico 26, donde se convirtió en el alma y alegría del semanario.
Fue maestro de muchos, y siempre educaba con la sonrisa en su rostro, dando señales evidentes del amor que sentía hacía su labor y al mismo tiempo trasmitiéndola al que hasta él llegara para pedir consejo.
Su manera optimista de apreciar la vida siempre fue un ejemplo para todos sus colegas, su jovialidad y evidente carisma rellenaban los espacios vacíos en las reuniones casuales en la casa de los periodistas, incitando al disfrute de vivir y seguir.
Otro dolor inmenso arrebata la alegría entre los periodistas de Las Tunas, nos abandona Mastrapa a solo 52 años de edad, un excepcional ser humano, querido por todos, incluso para aquel que recién lo conocía.
Las palabras no serán suficientes para decir todo lo que duele la noticia, las redes sociales se inundan con la desafortunada dolencia de que otra vez, la muerte hace de las suyas y ataca con fiereza llevándose otro pedazo de nuestro grupo de prensa.
Estamos seguros que los encuentros, las reuniones, los consejos, los amigos y sobre todo el semanario 26 no volverán a tener el mismo brillo que cuando él estaba, pero de lo que sí estaremos seguros es que Mastrapa estará siempre y nada ni nadie se lo llevará jamás.
/nre/
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