Manatí.- En todas las tareas, por más sencillas o complejas que sean, el esfuerzo de cada persona es decisivo para alcanzar el éxito. Y con esa premisa despiertan todas las mañanas las costureras del taller 113 del municipio de Manatí, perteneciente a la Unidad Empresarial de Base Thaba, en la provincia de Las Tunas.
Ellas tienen sus preocupaciones, como cualquier mortal en estos tiempos de contingencia por la enfermedad Covid-19; pero, las dejan a un lado pues conocen las dotes de sus manos y las usan en favor de sus coterráneos.
Empeñadas en coser nasobucos ni reparan en el calor agobiante que por estos días se siente en el territorio y permanecen en su gran salón – y las más vulnerables en sus viviendas- durante una buena parte del día.
Están concentradas en sus faenas y algunas no reparan en la presencia de los periodistas que llegan para conocer su gestión. Unas pocas levantan la vista solo un instante y siguen pendientes de sus recortes negros.
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Mientras ellas cosen, Dariel Leyva Velázquez, jefe del taller, habla de su valioso aporte a la prevención de la Covid-19.
[penci_blockquote style=»style-3″ align=»none» author=»»]«Tenemos una gran responsabilidad en estos momentos tan difíciles. Nosotros no hemos descuidado nuestra principal función, o sea, nuestro encargo estatal; pero, damos prioridad a la confección de los nasobucos.[/penci_blockquote]
«En esa tarea hay un apoyo constante de todos los trabajadores; incluso las costureras que están haciéndolos a distancia pues tienen algunos problemas de salud, o están responsabilizadas con el cuidado de los hijos pequeños.
«Los organismos nos traen la tela, a veces hasta cortada. O se los cortamos aquí porque tenemos esa posibilidad. Hemos hecho nasobucos para Salud Pública, Vascal, la Empresa de Servicios Comunales y también al Centro de Higiene.
«Ya son más de seis mil los que hemos hecho. Y eso nos da satisfacción pues son para nuestro pueblo, los familiares y vecinos. Pueden contar con nosotros para lo que sea. El compromiso se mantiene y cada día se hace más fuerte».
Las costureras de Thaba, en Manatí, son de poco hablar. Ellas prefieren coser y seguir ayudando en silencio. Pero, Amarilis Rubalcava Leyva fue la excepción.
[penci_blockquote style=»style-3″ align=»none» author=»»]«Nosotras no los cobramos. Es un aporte que le damos al país debido a la situación que tenemos con el nuevo Coronavirus. Para mí no es complicado hacerlos porque yo coso desde niña, mi mamá estudió en la escuela Ana Betancourt y siempre la vi coser.[/penci_blockquote]
«Me siento muy contenta cuando salgo del trabajo y veo a las personas en la calle, con nasobucos hechos por nosotras».
Por las manos de Yovania Alonso Austin pasan todas las piezas y ella es la que dice si están con la calidad requerida o no.
«Soy la que revisa todas las prendas para ver si están bien cosidas. Y si es así, entonces, se pasan al almacén, hasta que se entregan a los organismos que las contrataron.
«No es común; pero, si no están bien cosidas van de retroceso a las costureras y luego las vuelvo a revisar, para que no tengan desprendidos o hilos flojos.
«Siento que he sido útil. Y con ese orgullo seguiré».
Los manatienses se protegen contra el virus Sars-Cov 2 y una buena parte de ese resultado es gracias al taller de Thaba, donde hace calor y aturde el ruido de tantas máquinas de coser. Pero, eso no importa cuando se trata de salvar vidas y en ese caso, un pedazo de tela es tan importante como la atención médica o la decisión inteligente de quedarse en casa.
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