Las Tunas.- La primera vez que vi en persona a Fidel Castro yo era fotorreportero del entonces diario 26, de Las Tunas, y me tocó la cobertura del acto por el 26 de julio de 1981 en esta ciudad, y aunque ya lo había visto de lejos una vez, ese día, muy cerca en la tribuna quedé tan impresionado que me era difícil tomar el foco con mi cámara Nikon, porque la presencia del Líder cubano estremecía a cualquiera.
Pero el clímax llegó al otro día, 27 de julio, cuando el Jefe de la Revolución hizo un recorrido por diferentes centros de la capital tunera, y entonces sí mi nerviosismo era evidente porque siempre estaba a poco más de un metro de él, tomándole decenas de instantáneas en el hospital Ernesto Guevara y la entonces moderna fábrica de botellas y la zona industrial de la ciudad.
Ese fue sin dudas el momento cumbre de mi cortísima carrera como fotorreportero, y recuerdo que cuando revelaba los negativos e iba emergiendo la figura de Fidel ya en el papel fotográfico, la emoción era indescriptible, porque las imágenes constituían mi más hermoso tesoro profesional.
Después volví a ver a Fidel en el acto del 26 de julio en la década del 90, otra vez en Las Tunas, pero de cerquita nuevamente en el Palacio de las Convenciones de La Habana ya en los 2000, en el encuentro de periodistas que habían dado cobertura a las misiones médicas cubanas en el mundo (yo había estado en África en 2001), cuando en un receso Fidel habló con un grupo de nosotros mucho más cerca que cuando la cobertura de mi vida en 1981.
Fidel era sencillamente impresionante. Su presencia era como un corrientazo por todo: su estatura, su personalidad cautivante, su forma de hablar, de moverse, de proyectarse; todo se paralizaba a su alrededor.
Y así pasó el tiempo y pasó y él siempre estaba. Y el día que murió yo vivía en Caracas, Venezuela, donde me desempeñaba como editor de contenido en TeleSur. Ya dormia cuando cerca de la medianoche de aquel fatídico 25 de noviembre Rafelito, uno de los que conformaba el grupo de nueve cubanos que trabajábamos en el canal, tocó como un loco a la puerta de mi cuarto. Cuando abrí, me decía llorando, “corre que Fidel se murió”. Y corrimos hacia el televisor, pero no lo creíamos, hasta que unos minutos después TeleSur trasmitía el mensaje de Raúl Castro al pueblo de Cuba.
Unos minutos después, una llamada telefónica nos alertaba: “dice Patricia Villegas (la presidenta de TeleSur) que se preparen que quiere a todos los cubanos en la redacción.
Unos 15 minutos después llegaba un carro del canal a buscarnos. En la Redacción Patricia dirigía en persona la programación especial. Nos abrazó a cada uno y nos dijo: “vamos a trabajar, que es el mejor homenaje a Fidel”. A partir de ahí, fueron 15 días trabajando sin descansar, dándole cobertura a aquel hecho extraordinario que estremeció al mundo, y cuando terminamos aquellas jornadas intensas todos nos reunimos en la embajada de Cuba en Caracas, en un encuentro de reconocimiento por la labor realizada junto a periodistas venezolanos del propio canal.
Sirvan pues estas líneas como un sencillo homenaje a Fidel, tres años después de su partida a la eternidad.
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