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Ana Rosa y el honor eterno a los mártires de Barbados

Casi ningún detalle escapa a la memoria de Ana Rosa López Bañobre. La tragedia le tocó de cerca y, 43 años después, no olvida ni perdona. De hecho, consagra sus jornadas laborales a una constante apelación a la memoria: trabaja en el Memorial Mártires de Barbados, de la ciudad de Las Tunas, un sitio que atestigua el odio y la irracionalidad que robó la vida de 73 inocentes, el 6 de octubre del 1976, en las aguas del mar Caribe.

Conversamos en su casa, la misma que le vio nacer y crecer, muy cerca del museo que documenta y denuncia el crimen y que otrora fue la vivienda donde Carlos Miguel Leyva González- uno de los dos tuneros víctimas del atentado terrorista- corriera, jugara, creciera y soñara con convertirse, algún día, en campeón olímpico.

«Fui vecina desde muy pequeña de Carlitos, como cariñosamente lo llamábamos; siempre fue un muchacho muy aplicado, muy estudioso, desde pequeño tenía afinidad por la esgrima y siempre traía, a modo de práctica, un palito en sus manos, hasta que que inició los estudios en la Escuela de Iniciación Deportiva Capitán Orestes Acosta, en Santiago de Cuba, para luego integrar la preselección nacional y perfilarse como una de las grandes esperanzas olímpicas de Cuba. Cuando sucedió el atentado ya había obtenido el título de Campeón Juvenil en esgrima».

Todos en la casa sienten esta historia como suya, a todos les toca de cerca: a su madre que recuerda a los Leyva y a su hermana que también compartió con Carlitos momentos de la infancia. En una cajita que atesora recuerdos de familia, buscan la fotos de cumpleaños donde entre niños, padres y abuelos está el joven deportista cuando aún era un mozalbete, en otra  es ya un adolescente  y en un viejo recorte de periódico se reseñan sus primigenios resultados deportivos, en el papel una imagen casi adolescente cautiva y causa admiración. Le comento a Ana Rosa que era muy lindo y me dice que sí, que recuerda como despertaba admiración entre las muchachas del barrio.

Ana Rosa y el honor eterno a los mártires de Barbados
Fragmentos del fuselaje del avión en el cual viajaban los jóvenes esgrimistas cubanos hacia Cuba.

Hace 25 años que Ana Rosa trabaja en el Memorial, conoce cada una de las piezas museables- de hecho ha donado fotos a la institución- por sus manos han pasado las postales dedicadas por Carlos Leyva a su madre y el uniforme de entrenamiento y la colección de sellos de Leonardo Mackenzie, el otro joven tunero muerto en el atentado terrorista, además de medallas, zapatos y los floretes de ambos.

El museo es pequeño pero de hondos y dolorosos significados; todo constituye una apelación a la memoria, cada objeto capta trozos de existencias truncadas en la flor de la juventud: una instantánea de Carlitos a pocos días de nacido, su carné de la Unión de Jóvenes Comunistas, una libreta con notas de clases y su diario de entrenamiento.

Otras memorias como trofeos, placas, cartas de referencias, el carné de identidad, un comprobante del Servicio Militar, llaveros; revelan detalles de la vida de Leonardo Mackenzie Grant quien tenía apenas 22 años de edad cuando ocurrió el siniestro.

Algunas de las piezas están en exposición, otras en archivo; todas son resguardadas del tiempo con celo y el propósito de que sirvan de testigo para las nuevas generaciones a las que un crimen cometido con tal alevosía y premeditación no les debe ser indiferente.

Ana Rosa y el honor eterno a los campeones de Barbados
Gráfica con el itinerario del vuelo de la aeronave CU-455 de Cubana de Aviación.

Refiere Ana Rosa que «el discurso museográfico da cuenta también de la trayectoria de la esgrimista pinareña  Nancy Uranga – quien esperaba con ansias el advenimiento de su primer hijo- y de la aeromoza Miriam Remedios de la Peña», además de exhibir medallas de varios deportistas, pasaportes, certificados internacionales de vacunación, y fragmentos del ala del fuselaje del avión, extraída de los mares de Barbados.

De estos años de trabajo, esta hija de Las Tunas, guarda en su memoria la visita al Memorial de Justino Di Celmo, padre del joven italiano Fabio Di Celmo y, más reciente, de Odalys Pérez, hija del piloto Wilfredo Pérez Pérez, quien escribió en el libro de visitantes: «Con mucho dolor recordé este vil atentado en el que murieron 73 personas, entre ellos mi querido padre, y este lugar es una muestra de por qué debemos y tenemos que mantener la Revolución Cubana».

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Hace muy poco, comenta «también nos visitó la hija de Lázaro Otero Madruga quien era de Cárdenas, Matanzas».

Mientras converso con Ana Rosa, reflexiono en las historias que a veces en la cotidianidad se nos escapan y que la gente carga a diario en su vida; cuando llegué hasta la casa de esta sencilla mujer pensé que solo entrevistaría a una de las museólogas del Memorial Mártires de Barbados y en el diálogo supe de su relación con Carlos Leyva y de lo que humildemente podía aportar al mejor conocimiento de su vida. Ella conserva dolorosas memorias, multiplicadas  en un pueblo que no olvida y, aún hoy, exige justicia.

«Para mí es un honor trabajar en el Memorial Mártires de Barbados, cada 6 de octubre me conmueve este dolor que ha repercutido no solo en Cuba sino en el mundo entero. Eran jóvenes inocentes, que estaban en lo mejor de su juventud cuando fue tronchada su vida por manos asesinas al servicio de la CIA, por terroristas que después de muertos no pagan este crimen tan grande que cometieron».

/nre/

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