A los sectores que adversan a las fuerzas del chavismo y a la izquierda, se suma el fuerte apoyo de Estados Unidos, de la Unión Europea (UE) y de ese invento con cuño estadounidense que se hace llamar Grupo de Lima, una prolongación de la tristemente célebre Organización de Estados Americanos (OEA).
Ese sector de la sociedad venezolana nunca entendió que el único camino posible para salir de la crisis, la cual ayudaron a fabricar, eran las elecciones, luego de intentar todas los variantes conocidas para sacar del gobierno al presidente Nicolás Maduro.
Ahora volvieron a fracasar por errores de cálculo y un mal estudio situacional, porque el sector más radical apostó por el abstencionismo aparentemente siguiendo dictados del exterior.
Será que el gobierno de Estados Unidos, el Grupo de Lima, o la OEA y la UE insistirán en derrocar por la fuerza al gobierno y así confirmar recientes denuncias de planes del Comando Sur
para ‘justificar’ con una ‘ayuda humanitaria’ la intervención armada, algo que desde hace meses ensayan en la amazonia brasileña, en nueve bases militares en Colombia y otros centros subordinados al Pentágono.
Esa es una interrogante que flota en el ambiente y que se acentuó cuando el sector más radical de la derecha parece estar actuando en silencio para concretar su proyecto intervencionista.
El analista político y académico venezolano Sergio Rodríguez Gelfenstein, en un reciente análisis recordó los llamados del presidente Hugo Chávez a ese sector para que administrara bien su victoria en 2005; igual este estudioso se refirió al triunfo opositor en las elecciones parlamentarias de 2015, donde vencieron.
Evidentemente, los opositores no saben administrar sus posibilidades y pese a lograr un adelanto de los comicios de diciembre para el 20 de mayo, igual fracasaron.
Al respecto, Rodríguez precisó que a ‘todas luces (la derecha) no es buena administradora de sus éxitos’.
Pudo más en ellos, agregó, el afán cortoplacista e inmediatista y su incapacidad de análisis político, lo cual los llevó a apelar a formas insurreccionales que requieren de determinadas condiciones de orden objetivo y subjetivo, y que en Venezuela no existen.
«En particular, precisó, en este país no hay un sentimiento generalizado del pueblo por cambiar de gobierno utilizando formas violentas de lucha».
Ello además necesita de un liderazgo que no han podido construir, dadas sus ambigüedades, la incapacidad de movilizar a las grandes mayorías y la enfebrecida mentalidad subordinada a Estados Unidos que finalmente pone las reglas y da las órdenes de cuánto debe y no debe hacerse entre las filas de la ultra derecha oposicionista, señaló el académico.
En esa línea no es extraño que los adversarios de la Revolución bolivariana desconozcan la victoria de Maduro e intenten ocultar el respaldo internacional a esa causa, mientras impulsan su campaña de descrédito contra las autoridades venezolanas. Después de la noche del 20 de mayo la deslegitimación de las elecciones presidenciales por parte de la «comunidad internacional» (el Grupo de Lima y la Unión Europea, dirigidos por Estados Unidos), es una constante, como anticipo de los aprestos intervencionistas aireados en denuncias como la que dio a conocer la escritora argentina Stella Calloni, sobre los planes del Comando Sur.
Hoy el sólido respaldo a Maduro de sus seguidores es presentado como un fraude electoral y la falta de condiciones, lo que muestra el doble estándar para medir situaciones, más cuando los resultados no responden a los intereses de Washington.
También es llamativo cómo apelan a reproducir la matriz de la baja participación, algo así como tirar piedras teniendo el tejado de vidrio, pues por ejemplo, muchos de los que toman parte en la comparsa fueron electos con igual o menor nivel de participación.
Así lo mostró el ministro de Información venezolano, Jorge Rodríguez, al mencionar, entre otros, los casos de Colombia y Chile, ambos con tasas de participación en las últimas contiendas de 40,65 por ciento y 46,7 por ciento, respectivamente.
Por otra parte y pese a los fracasos, la Casa Blanca prosigue su plan contra Venezuela, como lo demuestra la reciente orden ejecutiva firmada por la administración de Donald Trump, con el fin de arreciar y estrechar aún más el cerco económico y financiero a este país.
Eso es el presagio de un escenario de mayores dificultades y penurias económicas en contra del pueblo, de más ataques de los sectores de oposición con la aspiración de derrocar a la Revolución bolivariana.
Sin embargo, si no hay un entendimiento y falta la respuesta al diálogo nacional planteado por Maduro, lo más previsible es que la derecha prosiga de fracaso en fracaso. (Luis Beatón/PL)