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Cuba, independencia y construcción del porvenir

La Revolución Cubana tiene por bandera la irrevocable idea de la independencia. Como una cadena de consecuciones interminables, esa esencia ha cultivado los sueños, el actuar y las esencias de un pueblo que ha luchado desde la diplomacia, la paz y con las armas, por su soberanía.

Por la independencia se fueron los cubanos a la manigua y mucho después a la Sierra Maestra y esa independencia se festejó aquel 1 de Enero de 1959 a plaza llena, con gente humilde, gente de sombrero y fábrica; muchas de ellas iletradas pero con el tino suficiente para sentir el nacimiento de algo nuevo y grande.

Cuba se ha escuchado mucho en los últimos tiempos, no es ruptura sino continuidad. Esa afirmación está en el sustrato de la nación; en José Agustín Caballero, mentor de Félix Varela, José Antonio Saco y José de la Luz, formador a su vez de Mendive, quien iluminó las ideas del joven José Martí, continuador de la revolución iniciada en Yara.

Con ese ideal, los cubanos remontaron la Revolución en los años 30 del pasado siglo, asaltaron el cuartel Moncada en el centenario del nacimiento de José Martí y subieron la Sierra de la definitiva independencia. Esa generación histórica no la encontramos solo en los libros de textos, sino que está incorporada al sustrato nacional y a la nación polémica y heterogénea de hoy.

Hace un tiempo el colega Ricardo Ronquillo Bello recordaba el descubrimiento de una estudiante de periodismo que durante una visita al Museo de la Revolución había notado que el reloj de bolsillo de Carlos Manuel de Céspedes funcionaba aún a la perfección. El avezado redactor remataba su escrito declarando que es preciso hacer sentir a todos que con sus manos y su aliento dan cuerda al reloj cespedista, para que siga marcando, indetenible, las horas futuras de Cuba.

Y Cuba está cada vez más situada frente a su devenir, abocada siempre a lo difícil, impelida por los obstáculos que a veces son tan declarados como el recrudecimiento, en 2019, del cerco comercial por la administración de Donald Trump o silenciosos, con saña y mucha maña.

Estamos en el epicentro de una batalla de ideas a la cual llegamos con fortalezas y debilidades, también con riesgos, el mayúsculo de estos sería creer en la invulnerabilidad de la obra construida, o dividirnos, cuando más que nunca hemos de andar en cuadro apretado.

Sí,  hoy primero de Enero es un día para festejar los 61 años de un proyecto que ha conquistado muchos pero que tiene aún mucho por ganar. Ahora nos corresponde a todos: al pueblo cubano, demostrar que el Socialismo no es obra de un puñado de hombres sino de generaciones en permanente diálogo y que la nuestra puede ser una sociedad tan humanista como próspera.

No hay pues ruptura sino continuidad. Cuba tiene alma y raíces más profundas que las coyunturas impuestas por las circunstancias del tiempo. Tiene, además mucha obra por construir.

/mdn/

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