En el ajetreo de miradas arrastradas por la cotidianidad existen ojos que ameritan una pausa. A sus 24 años, Adianez Batista Heredia mira con la luz cálida y paciente de quien parece descifrar el mundo antes de que lleguen las palabras. La magia que brota de sí misma tiende un puente de ternura hacia un universo a menudo incomprendido: el de los niños.