Puerto Padre, Las Tunas.- Anoche, en el marco de la Semana de la Cultura Puertopadrense, el escenario del anfiteatro de la Villa Azul, se transformó en un puente hacia el corazón del hermano país azteca.
Bajo el título «Aires de México», el espectáculo musical ofreció un viaje sin distancias, guiado por las cuerdas, las trompetas y las voces que entonan el alma de una gran cultura, confirmando que la tradición, cuando se comparte, es un abrazo universal.
El viaje comenzó con la fuerza emblemática del Mariachi Tunas, que desde las primeras notas de «México Lindo y Querido» dejó en el público historias de amor, de lucha y de tierra.
Tras este inicio bravío, llegó un momento mágico. El bloque infantil tomó el escenario para recordar que las tradiciones también se cantan desde la inocencia y se sueñan en voz alta.
Con respeto, alegría y una ilusión contagiosa, las voces de Anais Camila Infante, Brytany Pérez, Nathaly Morales, Liz Nayelis Ávila, Anailys Pérez Mastrapa, Avril Lorena Ramírez y Thyago Ramirez Escobar, ofrecieron un mosaico de ternura y valentía.
Después de este instante único, la velada tomó un matiz de experiencia y profundidad. Nuevamente se hizo sentir la música del Mariachi Tunas, dando paso a voces consagradas del municipio como las de Lariuska Teruel, Silvio Domínguez y Luis Angel Mastrapa.
En sus interpretaciones, se confirmó que el legado de la música mexicana se hereda y se honra con oficio y emoción, tendiendo un puente sonoro entre el talento local y la grandeza de un repertorio que trasciende el tiempo y fronteras.
El viaje hasta el hermano país azteca culminó con el Mariachi Tunas, quien para coronar la noche, eligió un himno de dignidad personal: la icónica composición de José Alfredo Jiménez, «El Rey»; una canción que, como se destacó desde el escenario, “ha encontrado un hogar en el corazón de Cuba, porque todos, en algún momento, hemos tenido que ser «El Rey» de nuestra propia historia”.
Todas las voces, incluidas la del público, se unieron en un coro espontáneo, cerrando con broche de oro la velada artística y cultural.
«Aires de México», más que un espectáculo y un abrazo generacional fue, en esencia, una celebración en tres actos: la raíz viva del mariachi, la esperanza pura de la infancia y la pasión experimentada de los artistas profesionales.
La noche del 20 de diciembre, bajo la dirección artística de Rayza Herrera Adan, no solo resonó con rancheras; vibró con el pulso compartido de Cuba y México.
Una vez más, la Semana de la Cultura Puertopadrense, en desarrollo entre el 18 y el 25 de diciembre, demostró su poder para acortar distancias, juntar culturas y unir almas.
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