Las Tunas.- El canto del gallo se siente lejos y de repente, un poco más cerca. No es necesario abrir los ojos para mirar la pantalla del teléfono y saber qué hora es. El cuerpo, con su reloj biológico, habituado a las mismas rutinas, recuerda que fuera de la tibia cobija, esperan muchas faenas.
Ese es su día a día, desde las primeras horas de la madrugada. Si hace calor, ahí estará, empapado de sudor y del rocío que humedece la ropa y el cuerpo. Si el tiempo es frío, lo mismo. Se envolverá en más de una prenda y también irá a las corraletas a ordeñar las vacas o al campo, a aprovechar las primeras horas del día.
Para los campesinos, los miércoles no se distinguen de los viernes ni los domingos. Incluso, las más de las veces olvidan que la jornada tiene 24 horas o que los 31 de diciembres son el último día de cada calendario. En su quehacer diario no caben almanaques ni descansos robados a la luz del sol.
Luego del buchito de café caliente y amargo, desafían la oscuridad y las alimañas del campo para garantizar vida desde las ubres de las vacas recién paridas. Tras cada chorro, las manos duelen y parece que desfallecen. Sin embargo, una fuerza invisible impulsa a no claudicar.
En el campo, los sembrados parecen enormes, entre las sombras; y el amanecer despierta a las aves y las convida a volar, como vuela la mente de los hombres y las mujeres que en Las Tunas producen alimentos y hacen de sus días momentos placenteros, entre el verde, el viento y la esperanza.
Vivimos días difíciles; para ellos también lo son. Y entre tanto estrés pudieran rendirse y hacer como otros, recoger sus pertenencias e irse a la ciudad o a un poblado, aprender un oficio y usar zapatos limpios. Pero se quedan porque así hicieron sus padres y abuelos y porque ahí se saben útiles y, especialmente, necesarios.
Generación tras generación, los campesinos hacen florecer la tierra y se adueñan de la herencia oral, de los cuentos y la experiencia; de los saberes y los éxitos; de la voluntad y la generosidad con los más vulnerables; y de vergüenza y compromisos, conscientes de que el éxito no es casualidad, sino el resultado del esfuerzo constante.
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