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La enfermedad de Alzheimer: un problema sanitario y social de gran magnitud

Las Tunas.-El médico alemán Alois Alzheimer, en 1906, presentó en un congreso el caso de la señora Auguste Deter, una paciente de 50 años que fue llevada por su esposo a consulta por llamativos cambios del comportamiento. Esos primeros síntomas serían, más adelante, reconocidos como una nociva enfermedad para la cual la reducción de riesgos, nunca es tan temprano ni tan tarde.

La enfermedad de Alzheimer (EA), no fue reconocida como enfermedad propiamente dicha hasta los años 70 del siglo pasado. Después de los años 90, se identificaron sus signos cerebrales de degeneración y sus bases genéticas, en un 60 al 70 por ciento de los casos, es la forma más común de demencia; de naturaleza degenerativa y evolución progresiva, incurable y terminal.

Altera de forma dramática los niveles anteriores de autonomía; provoca progresivo deterioro cognitivo y funcional, que limita la capacidad para realizar las actividades diarias; y repercute de forma importante en la familia porque el paciente demanda supervisión y cuidados continuos.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la demencia como un desafío para los sistemas de salud del mundo pues afecta a 55 millones de personas; más del 60 por ciento viven en países de ingreso mediano y bajo, con 10 millones de nuevos casos cada año. Es la séptima causa de defunción y una de las causas principales de discapacidad y dependencia entre los adultos mayores.

La edad es el principal factor de riesgo, pero la enfermedad no afecta exclusivamente a personas mayores. Se reporta mayor cantidad de casos en el sexo femenino. Se plantea que para disminuir el riesgo deben ser intervenidos factores como la hipertensión arterial, la obesidad, la pérdida de la audición, el consumo excesivo de alcohol, los traumas craneales con daño cerebral, el tabaquismo, la depresión, la inactividad física, el aislamiento social, la diabetes y la contaminación ambiental.

En más del 90 por ciento de los casos, la EA se desarrolla después de los 65 años, pero los primeros síntomas, pueden aparecer en una fase clínica anterior a una enfermedad establecida y marcada, lo que se conoce como deterioro cognitivo leve. Por lo general inician el cuadro las quejas subjetivas de memoria y las dificultades en el lenguaje con los nombres de familiares o amigos, o la palabra idónea durante una conversación, que puede llegar a una reducción de la fluencia verbal en los estadios severos, incluso al mutismo.

La apatía ocurre en los estadios iniciales de la enfermedad. Los pacientes en esta fase pueden experimentar síntomas depresivos, ansiedad y fobias, manifestadas como preguntas sobre el futuro y la fobia a ser dejado solo.

El individuo se pierde en lugares conocidos: su propia casa, la calle, para encontrar su auto o bicicleta en un parqueo, o el lugar a donde se dirige mientras maneja. Los pacientes experimentan dificultades en la planificación y ejecución de diversas actividades como el acto de vestirse, cocinar u otras actividades domésticas; o en el manejo de sus propias finanzas, con problemas frecuentes para el cálculo.

En los estadios moderados y severos de la enfermedad, se manifiesta la idea de que les roban objetos, de que el lugar donde viven no es su casa, de que la persona que los cuida es un impostor, la idea de abandono o infidelidad. Con frecuencia no reconocen su propio cuerpo ante un espejo; y no identifican otras personas, familiares o amigos.

En estadios más avanzados aparece la agitación en forma de agresividad física y verbal hacia los miembros de la familia o los cuidadores, las alucinaciones, el vagabundeo, las fugas, la actividad repetitiva sin propósito, y la actividad inapropiada como esconder o botar objetos.

No existe tratamiento curativo para la EA, sin embargo, la modificación activa de los riesgos y la identificación precoz de las manifestaciones es fundamental para establecer intervenciones oportunas, y así retrasar la aparición o el progreso de la enfermedad y mejorar la calidad de vida del paciente y su familia. (Escrito por Dr. Julio Antonio Esquivel Tamayo).

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