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Fidel: “No creas nunca si dicen que me han matado, porque ya lo hicieron muchas veces”

El 25 de noviembre de 1956 partió la expedición del yate Granma desde Tuxpan, México, hacia Cuba. Exactamente sesenta años después, en el año 2016, acontecía la dolorosa desaparición física del Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz.

“A la 1 y media de la madrugada partimos a toda máquina”… así Raúl Castro comenzaba la madrugada del 25 de noviembre de 1956 en su diario de campaña. Fueron casi 18 meses en México de intensa labor de preparación de los expedicionarios y de resolver las condiciones materiales para el viaje: adquisición de armamento, avituallamiento, alimentos para los expedicionarios y el transporte. Fidel al partir de la Habana a México el 7 de julio de 1955 para organizar la expedición, expresó:

“Ya estoy haciendo la maleta para marcharme de Cuba, aunque hasta el dinero del pasaporte he tenido que pedirlo prestado, porque no se va ningún millonario, sino un cubano que todo lo ha dado y lo dará por Cuba. Las puertas adecuadas a la lucha civil me las han cerrado todas. Como martiano, pienso que ha llegado la hora de tomar los derechos y no pedirlos, de arrancarlos en vez de mendigarlos. La paciencia cubana tiene límites (…) De viajes como este no se regresa, o se regresa con la tiranía descabezada a los pies.

A 64 años de que el Granma partiera de Tuxpan y a cuatro de la desaparición física del Comandante en Jefe, el sitio Fidel Soldado de las Ideas les propone conocer la historia de aquellos días en las voces de sus protagonistas, Fidel, Juan Almeida, Haydée Santamaría, Armando Hart, el Cuate, contadas originalmente al realizador Santiago Álvarez, en el documental La guerra necesaria.

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Fidel: “El Granma se concibió… Bueno, hoy se llama Granma, pero ya nosotros desde Isla de Pinos habíamos elaborado una estrategia de lucha. Incluía su parte política para demostrar que no había ningún tipo de solución pacífica en las condiciones existentes en nuestro país bajo la dictadura de Batista; pero teníamos que demostrarlo ante la opinión pública, para dejar bien sentado que si se iba a producir una guerra no era por deseo de los revolucionarios, sino por una necesidad inevitable que imponían las condiciones políticas existentes en Cuba.

“Y en este sentido, había mucho de la influencia martiana. Tú sabes los enormes esfuerzos que él hizo para demostrar que la única salida que había para la independencia de Cuba era la lucha armada, frente a las corrientes reformistas y las corrientes autonomistas. Vísperas de su muerte en carta inconclusa, porque una bala española le atravesó el corazón el 18 de mayo de 1895, José Martí, Apóstol de nuestra independencia escribió a su amigo Manuel Mercado: ´Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas, los Estados Unidos y caigan con esa fuerza más sobre nuestras tierras de América´”.

Fidel, al referirse a la organización de la expedición del Yate Granma expresó: “Desde la prisión sabía que trabajar dentro de Cuba sería muy difícil, el régimen iba a mantener un completo y perenne  chequeo sobre mí…. Nuestra idea era salir del país, viajar a México, porque en Cuba era una tradición desde las guerras de independencia. Ya para entonces pensaba nuclear alrededor de 300 hombres, adquirir igual número de armas automáticas, realizar una expedición y reanudar la lucha en la Sierra Maestra”.

Los 82 expedicionarios del Granma, encabezados por Fidel, se dirigían a iniciar esa lucha. Más adelante, el Comandante en Jefe sobre esa fecha dijo: “¡Navegamos 1 500 millas! Pasamos hambre, sed. Como a última hora tuvimos que partir de manera apresurada, llevamos poco alimento y escasa agua –el viaje se prolongó dos días (siete en lugar de cinco)- llegamos con una pulgada de combustible en los tanques… El desembarco fue muy difícil. Llegamos a un lugar pantanoso, los hombres se enterraban en el fango. Pasamos un trabajo tremendo”.

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Joaquina abraza a su hija Haydée a la salida de la cárcel de mujeres de Guanajay, en donde la Heroína del Moncada cumplió seis meses de prisión por su participación en las acciones del 26 de julio de 1953. Fotocopia: Ramón Barreras. Cortesía Museo Casa Natal Abel Santamaría/ Vanguardia.

Haydée Santamaría: “Cuando empezamos a pensar que había alguna, por lo menos que había posibilidades de la amnistía para Fidel y los demás compañeros, Melba y yo nos dimos a una tarea tremenda. Cuando salieron, imagínate cuando Fidel nos hizo así de lejos, verlo en la calle. Para nosotros fue, yo siempre digo, como ver el sol de verdad otra vez.

“Aunque no sería justo decir que no vinieron recuerdos tristes. Habíamos visto siempre en los últimos tiempos a Fidel y Abel Santamaría juntos. Los veíamos llegar al apartamento juntos, los veíamos salir juntos. Nos habíamos acostumbrados a verlos tan unidos siempre. No solamente en las ideas sino unidos físicamente. No ver a Abel al lado de Fidel fue también un momento duro, pero de todas maneras, ´Fidel era el que debía estar vivo´, como dijo el propio Abel, y Fidel salía vivo”.

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Juan Almeida: “Yo era un revolucionario que estaba comprometido con el Movimiento. Habíamos salido de Isla de Pinos y continuaban las misma situaciones por la cuales nosotros habíamos atacado el Moncada y habíamos pasado 22 meses en presidio. Ya había salido Fidel para México y otro grupo de compañeros, Raúl y otros y decidí unirme con mis compañeros.

“Me pidieron mi pasaporte e hice algunas inclusiones para conseguir la plata para poder ir. Hablé con el viejo mío, que fue el primero que me prestó dinero para que me fuera, y otros compañeros y yo reunimos unos cuantos dólares. Nos fuimos el Gallego y un compañero difunto que murió aquí, en el desembarco, el compañero Cabrera. Entramos por Veracruz y de ahí por tren a Ciudad de México.

“Me sentí por primera vez en México como un ser humano. En aquella época tú te acuerdas cómo viví el negro en este país: si a un bar le ponían club ya tú no podías entrar, todas las limitaciones, la enseñanza, las relaciones, una situación dura; y en México la verdad, en el grupo de compañeros y ahí en la capital mexicana me sentí moverme como un ser humano… No era como aquí que tenía que primero pensar a donde iba y si después me permitirían la entrada.

Ese fue uno de los momentos más agradables de mi vida. Momentos emocionales y momentos trascendentales los he tenido a través de todo este proceso. No podría decirte cual ha sido más trascendental para mí ni más importante. He hecho dejación de cuestiones personales siempre dadas para la cuestión de la Revolución. Mis años jóvenes los eché en este proceso y mis años de vejez pues, continúo dándoselo también a la Revolución.

Almeida y Fidel junto a otros moncadistas en el Juicio del Moncada. Foto: Archivo de Fidel Soldado de las Ideas

– Antes del Moncada y el Granma, ¿cuál era su trabajo?

“Bueno, unas veces trabajaba de albañil y otras de carpintero”,

– Y tenía una vocación musical…

“Sí, pero esa la tenía de 14 años, que me surgió que empecé a hacer versos. Después vi que los versos no resultaban y le puse música, y con música tampoco me resultaban porque iba a la emisora de aquella época, la CMQ, con mi parte de piano a ver si les interesaba y a nadie le interesaba aquello. Entonces, tuvo que llegar el proceso revolucionario inclusive para que yo me conociera, me conociera yo como autor. La obra mía más emotiva fue dedicada a una mujer en México, a Lupe, ahora dedicada no a aquella mexicana sino a todas las mexicanas y a México”.

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Armando Hart: En el pinero vinieron los monadistas y otros compañeros más. Allí ellos toman el acuerdo planteado por Fidel de ya construir un movimiento a partir de la acción del Moncada que plantean llamarle Movimiento 26 de julio. Yo recuerdo que Fidel vivía en un apartamento en la calle 23. Recuerdo que aquella casa era un hervidero, un entra y sale de gente. Fidel anterior al Moncada no tenía esa autoridad política, sale del Moncada con una autoridad política, salen con virtud, arrastran una gran fuerza política emotiva en la juventud y en ambos sectores populares.

“En esas condiciones, Fidel empieza a hablar con distintas figuras y con distintos compañeros que tenemos responsabilidades o que estamos trabajando en algunas de las organizaciones que se oponían a Batista. Tal como nosotros conseguimos las cosas en aquel momento es que la dirección que tenía que integrarse en Cuba debía preparar las condiciones para la lucha armada y la huelga general en el país. Y concedíamos en apoyo a la invasión, en apoyo a la expedición que Fidel iba a organizar y que después fue el Granma porque ahora le llamamos Granma, en aquel momento le llamábamos ´la expedición que Fidel iba a organizar´”.

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Expedicionarios del Granma en México. Foto: Archivo

Antonio Vanegas: “Soy editor e impresor por descendencia, porque mi abuelo fue impresor muy famoso aquí en México, y Fidel Castro o Alejandro, me dijo que yo podía servirle en esta situación. Él quiso que yo hiciera sus primeras publicaciones, el Manifiesto número uno, el número dos, y todos los bonos que se fueron haciendo”.

– ¿Cómo fue editado aquel primer Manifiesto?

“Fidel se pasaba aquí conmigo un día, dos o tres. Constantemente para allí y para acá, diciéndome: ´¿Vanegas ya está? ¿Ya está? Ándale, apúrate´. Llegaba e iba nervioso para allá, para acá. Y entonces agarraba una hoja, empezaba a leer y yo nada más lo veía de reojo, agarraba el papel y yo le decía: ´¿Está bien Fidel?´. Y él decía: ´Párale, párale´. Y yo le decía: ´¿Qué tiene?´. Y me decía: ´Le falta un punto´”.

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Jesús Reyes (Chuchú): Don Vicente, ¿se recuerda usted que tiros practicaban aquí?

Vicente Cepeda: “¿Cómo no? Pistola, ametralladora, pistola automática, todo eso probaban aquí, en este tiro de 50 metros y aquí pues venían todos los muchachos a tirar aquí.

Jesús Reyes (Chuchú): ¿Usted se acuerda de todas las cosas que nosotros poníamos para tirar?

Vicente Cepeda: “¿Cómo no me voy a acordar? Los platos. Poníamos unos a 400 y otros a 500 metros”.

Jesús Reyes (Chuchú): ¿Y a quienes usted vio tirar aquí?

Vicente Cepeda: “A todos lo que comenzaron con Fidel, a todos. Venían de 10 en 10, todo el día, todos los días de la semana”.

Jesús Reyes (Chuchú): ¿A qué hora llegaban aquí?

Vicente Cepeda: “Había veces que a las 8:30 a.m. y hasta la noche. También hacían ejercicios en Bucareli 118, que era un gimnasio de unos luchadores profesionales. Iban 40 o 60 compañeros a diario a hacer ejercicios de defensa personal. Entre los compañeros estaban el Che Guevara, que, a pesar de su asma, era uno de los primeros que siempre sobresalía en todos los ejercicios, Pepe Smith, Julito Díaz, Calixto García, Cándido González, Camilo Cienfuegos, Raúl Castro, Juan Almeida, Ramiro Valdez, Chuchú Reyes, Chuchú Montané. Además, el siguiente paso fue hacer caminatas. Para ello se les llevaba a los cerros del Chiquiguite, allá por la villa al norte de México.

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Fidel Castro junto al Che en una celda de la cárcel migratoria de Miguel Schultz en Ciudad de México, julio de 1956. Foto: Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado / Sitio Fidel Soldado de las Ideas.

Fidel Castro junto al Che en una celda de la cárcel migratoria de Miguel Schultz en Ciudad de México, julio de 1956. Foto: Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado / Sitio Fidel Soldado de las Ideas.

Cuando el Che conoció a Fidel, dejó escrito en su diario: “Un acontecimiento político es haber conocido a Fidel Castro, el revolucionario cubano, muchacho joven, inteligente, muy seguro de sí mismo y de extraordinaria audacia; creo que simpatizamos mutuamente”. Se vieron por primera vez tras la llegada de Castro a México el 7 de julio. Como a Raúl, Ernesto conoció a Fidel en la calle Emparán, 49.

“Después de conversar un rato, Ernesto y los hermanos Castro salieron de casa de María Antonia a cenar en un restaurante cercano. Conversaron durante varias horas y luego Fidel Castro invitó a Ernesto a unirse a su movimiento guerrillero. Ernesto aceptó sin vacilar”.

Poco después de conocer a Fidel, le dijo a Hilda: “Ñico tenía razón en Guatemala cuando decía que lo mejor que había producido Cuba después de José Martí era Fidel Castro. Hará la revolución. Estamos totalmente de acuerdo… es un tipo al que yo seguiría hasta el fin”. Sobre su futuro le escribió a sus padres antes de marchar a Cuba: “está ligado a la Revolución Cubana. O triunfo con esta o muero allá…”

Meses antes de partir, el Che fue detenido en Ciudad de México. Consciente de la necesidad urgente de proceder con los planes, el Che le dijo a Fidel que siguiera adelante, pero este juró que “no lo abandonaría”. Años después Ernesto escribió: “Hubo que desviar tiempo y dinero preciosos para sacarnos de la cárcel mexicana. Esa actitud personal de Fidel hacia las personas que estima es la clave de la lealtad fanática que inspira”.

Finalmente, al amanecer del 25 de noviembre el Che estaba entre los hombres que se embarcarban a Granma.

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Imagen: @evoespueblo / Twitter

El yate Granma era de Antonio del Conde, el Cuate, comprado en mal estado para dedicarse a la pesca. Un domingo, cuando estaba con los futuros expedicionarios en un sitio cercano a donde estaba fondeada la nave, se dio una escapada para ver los trabajos de reparación que le hacían.

Fidel lo siguió sin que se diera cuenta: “Y cuando yo le estaba pagando a los trabajadores que me reparaban el barco, reparé que él estaba detrás de mí. Recuerdo que yo estaba en cuclillas, revisando algo. De pronto él me pregunta: ¿y este barco? Si usted me arregla este barco, ahí me voy a Cuba.  “Señor, ese barco no sirve. A duras penas estoy tratando de arreglarlo. El motor está malo, le estoy cambiando la quilla, es un verdadero desastre, pero Fidel insistía en lo mismo: ‘En ese barco me voy a Cuba’”.

Infografía: Edilberto Carmona / Cubadebate

“Imagínese una orden de Fidel no se discute, porque cuando la da, es porque ya la pensó 20 veces. Existe un Fidel cada 2 000 años, si acaso, y eso lo estoy diciendo hoy, pero yo lo pensé hace muchos años cuando lo conocí, cuando era Alejandro…”.

Las escenas de aquella noche del 25 de noviembre  de 1956 pasan por la mente del Cuate: “Yo no despedí al Granma en Tuxpan: yo lo empujé, acomodé a la gente, cargué los sacos de naranjas, acomodé las maletas de los compañeros en el baño, senté a la gente… Al despedirse de mí, Fidel me hizo una recomendación: ‘No creas nunca si dicen que me han matado, porque ya lo hicieron muchas veces’”.

  • Una segunda parte de estas historias será publicada el 2 de diciembre, al cumplirse 64 años de que el yate Granma llegara a aguas cubanas. (Tomado de Cubadebate)

En video, La guerra necesaria

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