Las Tunas.- Hace seis años Yadira Rosabal Sánchez llegó a trabajar como enfermera en consultorio médico de Palo Seco, comunidad distante al sur de la geografía de Las Tunas.
Aunque para hacerlo solo contaba con los conocimientos de la licenciatura recién concluida, le parecía suficiente y echó a andar con ese ímpetu de comerse el mundo que es inherente a la juventud.
Sin embargo, muy rápido, cuando la realidad comenzó a mostrarle todo su rigor supo que nada fácil le esperaba.
Muy pronto tuvo que caminar varios kilómetros por un terraplén polvoriento y bajo un sol insoportable para asistir a los pacientes de Loma Alta, parecía que no llegaría nunca.
Apenas una semana después casi lo mismo, pero esta vez rumbo al Aguacate. “Era tan duro que tuve deseos de renunciar”, confiesa sincera y acto seguido se pregunta ¿dónde iba a quedar mi sueño de toda la vida de ser enfermera?
Si lo hacía tampoco tendría cara ni argumentos para cuando Anniyelis, su niña mayor, le preguntara cómo se hace esto o aquello en sus juegos frecuentes de inyectar y darles pastillitas a las muñecas.
Ante tales dilemas se sintió desarmada, con una sensación que no le gustó ni un poquito y entonces decidió que definitivamente seguiría siendo enfermera y se quedaría en Palo Seco.
En lo adelante el trabajo se mantuvo igual de intenso, incluso más.
Tuvo otras dos hijas, la más chiquita ahora tiene solo dos añitos.
En el consultorio, situado a más de 15 kilómetros de la cabecera del municipio de Jobabo, cada vez hay más que hacer. De allá viene todos los días la doctora Leonor.
Tienen más de trescientos pacientes, muchos hipertensos, también diabéticos a quienes los visitan como mínimo una vez a la semana, aunque no estén descompensados.
De la salud de los niños menores de un año y las embarazadas ellas tienen que saber todos los días y de tal esmero en la atención nace el mejor de los resultados: cero índice de mortalidad infantil y materna.
La Covid-19 le impuso un reto adicional.
Más allá de sus obligaciones diarias de estar atenta a la más mínima señal de la enfermedad y de educar y enseñar a sus pacientes a protegerse, Yadira también asume hoy la asistencia a las personas de más edad, que viven solos o que por otras razones, necesitan apoyo.
Llevarles alimentos, medicinas y hacerles otros tramites ahora también es parte del día a día de Yadira Rosabal Sánchez.
Ciertamente la vida no siempre abre las puertas como se desea, sin embargo, cuando el anhelo personal es hacer bien a otros y cumplir con la más humana de las profesiones, no existen barreras infranqueables. Yadira Rosabal Sánchez bien lo aprendió al decidir hacerse útil y virtuosa.
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