Las Tunas.- Estudió Matemáticas pero siempre le gustó la electrónica, los secretos de los circuitos, la conducción de energía que se perdía por los laberintos de cables y más cables hasta retornar al punto de partida ¿o de llegada?
Las motos eléctricas le atraían y las miraba detenidamente cuando pasaban por su lado. Y como joven amante de los retos, de las cosas más difíciles, comenzó a estudiar aquellas máquinas que no necesitaban combustible y caminaban la ciudad por las bondades de la energía acumulada y leía hasta altas horas de la noche cuanto manual le caía a mano.
Entonces, cuando ya se sentía medianamente preparado para iniciar las prácticas, comenzó a armar y desarmar los componentes de motores eléctricos, romperse la cabeza con los circuitos cerrados y encontrar las causas del porqué algo dejaba de funcionar. Y cuando lo lograba, cuando confiaba en sus aptitudes y sus estudios, llegó la gran oportunidad de su vida:
«Eso fue hace unos siete años. Una de las motorinas de la empresa de mi mamá se rompió y la desecharon porque nadie sabía arreglarla. Yo, de intruso, me hice cargo y la arreglé, en lo que constituyó la gran decisión de mi vida: dejar las clases de Matemáticas para dedicarme a ese tipo de motos».
Por ese tiempo decidió abrir un taller allá por Las 40, donde de manera rudimentaria –si es que cabe el término- inició sus labores de atraer clientes, hasta que un día aquello le quedaba chiquito.
«Al principio no pensábamos que llegaríamos tan lejos. Cuando vimos que el primer taller ya no era suficiente por la cantidad de clientes, vendimos aquella casa y compramos este terreno, donde estoy levantando mi casa y fundé el taller actual. Todo esto lo hemos hecho nosotros, somos los albañiles, los ayudantes, todo».
Así, el joven Antonio Brizuela Bernardo dio un vuelco total a una actividad social que cada día tiene más demanda, y en la calle Lico Cruz 33, entre F. Suárez y Máximo Gómez, en esta ciudad, reabrió el taller Tony Garage, con todas las condiciones, donde cada día decenas de motos eléctricas o motorinas llegan con algún problema para salir caminando algunas horas después.
«La capacitación del colectivo creo que ha sido una de las claves de nuestro éxito. Cada uno de los seis trabajadores se ha ido especializando y hoy abarcamos todos los componentes de esas máquinas, con una misión que tenemos muy clara: aliviar el problema del transporte y sobre todo contribuir al cuidado del medio ambiente porque las motos eléctricas son ecológicas. Eso con el estudio constante de la tecnología que cambia y se complejiza».
El ambiente del taller es agradable. El pequeño colectivo lo ha decorado de forma funcional, y los clientes se sienten cómodos y bien atendidos. Incluso, si a algun motorista se le rompe la moto lejos, en cualquier sitio de la ciudad, llama por teléfono y ellos van hasta el lugar y si no pueden resolver allí mismo lo remolcan hasta el taller y sale caminando nuevamente.
«Nuestra misión es que todas las motorinas caminen. Cada mes nos reunimos y trazamos la línea de trabajo. Nuestro servicio es lo mejor que tenemos. Si la motorina entra al taller alrededor de las 8:00 de la mañana, por el problema que sea, al mediodía tiene que salir caminando y bien. Aquí el que llega tiene solución. ¡Nosotros no fallamos!»
Y no dice más porque tiene que atender un cliente que lo solicita. El taller sigue activo, los trabajadores se empeñan en cada uno de sus puestos, y la sonrisa de los motoristas cuando recogen su equipo y se marchan es la mejor manera de comprobar la eficiencia de este grupo de jóvenes emprendedores.
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