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Nuris Cantallops, entre el arte y el magisterio

Para ella no hay nada más importante que la familia, es una mujer que irradia luz, llena de energía todo cuanto a su alrededor pueda tener vestigios de tristeza, es firme e impone desde su altura una prestancia singular que acompaña con su manera de vestir, de demostrar amor y regalar su espíritu emprendedor.

Nuris Cantallops es de esas pocas mujeres que dominan la vida. «Cuando tenía 27 años en una intervención quirúrgica perdí mis ovarios, no pude tener hijos y eso durante dos años me amargó la vida al punto de que a toda mi ropa le ponía encaje negro, sentía que me faltaba algo afectivo, pero luego con el tiempo aprendí a sonreír nuevamente».

Ese resulta un recuerdo que no se aleja, pero ella sorprende hasta a la misma naturaleza, ha ganado el cariño de cientos de hijos, sus estudiantes y sobrinos le dicen mami Nuris y eso le llena cada espacio del alma que comparte con el disfrute de sus padres y de Rubén Javier, el hijo de una sobrina que desde los tres años tiene a su cuidado.

«Me gusta disfrutar del campo, recoger marañones los domingos con mi mamá y mi papá, me llena de amor y me desestresa», precisa Nuris y sonríe cuando retoma su recuerdo.

Escuche entrevista con Nuris Cantallops.

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«En la casa soy una mujer rápida, me gusta cocinar, lavar, planchar y mover los tarecos. Con eso hago la casa diferente y alegre. Me encanta el color amarillo, me parece que sin él no hay luz, disfruto mucho de los amigos y principalmente de los artistas.

«Es difícil que duerma la siesta porque cuando lo hago me deprimo, generalmente me gusta escribir por la noche, lo prefiero así porque fluyen las ideas de forma diferente».

En su casa, muy cerca de la ventana del cuarto, jazmines y galanes desprenden un olor que le desenvuelven los deseos de escribir. «Me ayuda a que lo que escribo quede mejor, también me regocija mucho leer y sobre todo releer varios textos ojeados, no es lo mismo cuando vuelves sobre la lectura de un libro como La guerra en la paz cuando se es más joven que cuando se está en una mayor madurez.

«De la lectura me gusta Isabel Allende, es una literatura más ligera y esencialmente me agrada La casa de los espíritus, es una disposición que las nuevas generaciones deben retomar, la lectura para la formación intelectual y moral», subraya esta lectora que bien sabe combinar el placer de un buen texto y la música clásica, con preferencias por la etapa del impresionismo y los clásicos románticos.  

Ella actúa de forma diferente, si algo la caracteriza es su andar pausado y pendiente al mínimo detalle por cuanto sucede a su alrededor, escuchar a quienes se les acercan atrae con sentido especial su atención, la comunicación tiene para ella un privilegio.

Llegó al campo artístico pedagógico, graduada de Literatura. «Llegar a ser directora de una escuela de arte fue un verdadero reto para mí. Me gusta compartir y conocer las necesidades de mis estudiantes y trabajadores, valoro mucho el tiempo que comparto con ellos, conocer y querer a las personas que interactúan en mi mundo más cercano»

Trabajadores y educandos sienten orgullo de esta fémina que desde Las Tunas hizo su Maestría en Ciencia de la Educación y eso le aporta cada día a un desempeño como directora.  «Por más de 30 años he dirigido la Escuela Vocacional de Arte El Cucalambé, y solo me ha bastado ser sensible ante el arte.

«Quien no entiende, no respeta y no ama a los artistas, no puede ser directivo de este tipo, me gustan los artistas, tienen algo esencial, son muy sinceros, tienen deseos de buscar la verdad y de crear, y eso lo valoro mucho.

«Tras la experiencia de mi Maestría sentí deseos de escribir, mi profesora de Antropología me tocó el alma, antes sentía que lo que hacía no tenía vida, y a partir de ahí empecé mi experiencia con el género de cuentos, así actualmente entrego lo que tengo en mi mundo interior y en gran medida se lo debo a los artistas».

Nuris ha estado unida a la Enseñanza artística en Las Tunas, y se lo debe a su abuela Golo, como le decían, un aval suficiente para demostrar lo que conoció mientras la acompañaba cada día en su natal Maniabón, un pueblito que cada fin de semana la atrae y reconforta con nuevas fuerzas para llevar su profesión y responsabilidad con el arte.

Ella se abre ante el mundo que la reconoce hace más de 25 años, la música y el baile la llenan, le pone amor a todo cuanto hace, disfruta visitar una clase, se sienta, dialoga y colabora. No es artista pero cuando sus artistas bailan ella se siente dueña del arte.

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