Las Tunas.- Compartía con amigas en una actividad recreativa cuando una de ellas se fijó en un muchacho alto y hermoso que estaba justo frente a nosotras.
-¡Mira qué lindo! nos dijo.
No tardó mucho tiempo en que el resto nos percatáramos de que por su tamaño y elegancia, el joven no pasaba desapercibido.
Entre risas y conversaciones no dejaba de cautivarse la colega con la belleza del que se convertía en el centro de atención, hasta que de repente dijo con mucho desagrado:
-¡Ah! ¡Ya no me gusta! Se sabe completas las letras de todas las canciones de Bad Bunny.
Entonces ocurrió un punto de giro en aquel encuentro, ya no era el muchacho el que interesaba, sino intentar darle respuesta a la interrogante… ¿la música que escuchas define quién eres?.
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Si bien es cierto que las personas no deben ser juzgadas desde un primer momento por la música de su agrado, lo que prefieres o no tiene mucho que ver con lo que eres, y lo que consumes puede formar o deformar lo que puedes ser.
Por eso lo ideal es no quedarse con lo primero que sale al aire sin descubrir canciones más profundas en su contenido; eso puede ayudar a que el paso por la vida sea menos banal y mucho más hermoso.
Nadie nace sabiéndolo todo y el gusto musical se educa, como el paladar, el vestir. No cerrarnos a nuevos horizontes puede ser el truco para convertirnos en personas más íntegras; por ello el afán de José Martí de educar a su María Mantilla cuando le escribió:
« ¿Te acuerdas de mí? Ya
lo sabré a mi vuelta, por el
ejercicio en francés de cada día,
que hayas escrito con su
fecha al pie, -por la música
nueva, -por lo que me digan
del respeto con que te has
hecho tratar, -y por el calor
de tu primer abrazo».
/ymp/
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