Las Tunas.- Por razones de trabajo, yo, periodista, tengo que salir a la calle a buscar esas historias de las personas que dedican la mayoría de sus minutos a la prevención frente al nuevo Coronavirus o a informar de cómo continúan los servicios básicos a la población en estos tiempos de epidemia.
A veces me quedo en casa, con la opción de teletrabajo; pero, cuando es necesario desando algunas de nuestras arterias, casi vacías si las comparamos con la cotidianeidad de esta urbe. Y en esos recorridos, más rápidos y más silenciosos me encuentro a mucha gente con sus rostros cubiertos.
En esos instantes, me emociona ver a la muchacha linda del barrio y al joven que cultiva su cuerpo como a una planta, a la ama de casa que cada día va a su bodega y al cochero de la esquina, todos con su nasobuco, esa pieza de tela, o de papel desechable que llegó para cambiar nuestra fisonomía; pero, también para lo más importante, salvar vidas.
Es incómodo, es verdad. Muchos me lo han dicho. Pero, igualmente me dicen que es útil y que no se lo quitarán porque es necesario para seguir disfrutando de la vida.
«Es algo incómodo porque no tenemos esa costumbre y cultura de usarlos, pero nos protege del virus que anda para no enfermar a la familia, ni a mí ni a los niños de la familia, mis nietos».
«De verdad que es incómodo; pero, siempre lo uso. Me cuido de muchas enfermedades aparte del virus este. El polvo transmite enfermedades que no son tan malas; pero, igual, me protejo».
«Es una de las medidas preventivas que el gobierno ha adoptado para protegernos de la nueva enfermedad esa y es verdad que es incómodo porque algunos tenemos que usar espejuelos y respiramos y se nublan. Pero, hay que usarlos, no hay de otra. Espero que sea por corto tiempo».
Salvo una, todas las personas con las que me he cruzado por estos días portan sus nasobucos y se me estremece el corazón de alegría, de orgullo, de saber que la gente se cuida y nos cuida, que se cumple con las indicaciones de los especialistas en sanidad y epidemiología y que se confía.
Así resistiremos, con humildad y disciplina, con solidaridad y con la sapiencia de nuestros admirables trabajadores de la salud, esos a los que aplaudimos noche tras noche, cuando el reloj marca las 9:00.
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