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Estamos vivos

Las Tunas. – El 2020 vive sus meses finales y la sensación de despedida nos descubre sobrevivientes de uno de los problemas de salud más expansivos y mortales en los últimos cien años.

La Covid-19 nos cambió la vida y mientras le imponía un alto al mundo, paralizaba proyectos, sueños, aspiraciones, acontecimientos.

Para los de este archipiélago del Caribe ha sido aún más complejo; una lucha diaria por la vida y la subsistencia que ha probado otra vez la capacidad de resistir. Y pareciera la palabra que más perturba la existencia aquí.

Resistir…, a la escasez, limitaciones, a un cuadro epidemiológico adverso, a una amenaza constante a la vida, al calor del trópico, a las colas y el desvelo que imponen, a los cambios de carácter, al estrés, y a veces hasta las decisiones incorrectas.

Pero otra vez en las calles la dignidad de mucha gente que no se deja vencer por la desesperanza. Tendrá que llegar esa alborada a quienes decidieron quedarse y apostar por el sueño revolucionario.

Un país se debate en cambios en los que le va la vida. Ya son 60 años de un proyecto que ahora necesita, más que nunca, de la inteligencia, la conducción sabia y oportuna, la protección a los menos favorecidos, la optimización de los recursos, las inversiones objetivas, desterrar el conformismo y la autocomplacencia.

La voluntad de hacer y fidelidad a los principios éticos humanos que sustentaron la Revolución son imprescindibles para preservar la eficacia de un proyecto.

Muchos advierten el riesgo de la debacle; argumentan que la corrupción, los pasos en falso, conductas desacertadas, el inmovilismo, empecinamientos y la doble moral extinguieron referentes como la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Pero todavía aquí el sueño está vivo, y salvar una nación, no defraudar su historia y defender su soberanía, es cuestión incluso de salvaguardar la identidad.

Vivir en Cuba es una experiencia para personas con temple y capacidad de levantarse ante las adversidades, y en medio de esa lucha natural por existir se impone uno de los rasgos más notables del cubano, su creatividad, perseverancia y alegría. Es el pueblo que ríe, a pesar de todo.

Ahora que la Covid-19 demostró que de pronto uno puede quedarse solo, a merced de sí, y la crisis económica, alimentaria y sanitaria mantienen muy afectada la vida de los nacionales. Cuba tendrá que apostar con mucha voluntad por su soberanía en la mayor parte de las esferas de la vida.

Un calendario se marcha con paso rápido. Ha sido un bisiesto muy duro este 2020, y casi sin darnos la posibilidad de hacer de cada día una nueva conquista, impone el reto a los hijos de Cuba: saldar sus deudas con la historia y el sueño de esta nación, para preservar el orgullo de vivir en este país siempre irredento.

/mga/

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