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Erlin y el más honesto de los oficios

Las Tunas.- Falta mucho todavía para que amanezca cuando comienza el trajín de sus días.

No puede darse el gusto de empezar más tarde porque el sol hará doblemente dura la jornada para él y sus caballos, Muñeco y Jazán.

De lunes a sábado a las 4:00 de la madrugada ya desanda las calles en una faena recia, pero honesta, que además del sustento económico le proporciona ese deleite único que sólo pueden disfrutar quienes son útiles a los demás.

Ni pregón, ni campana, ni silbato, absolutamente nada anticipa que ya viene, pero lo esperan, en cada cuadra saben a qué hora pasa y lo reciben sin nada más que un familiar saludo, una taza de café y el empujoncito que le ayuda a aligerar los sacos más pesados.

Parece poco pero es suficiente para alimentar una relación plena de amor y respeto entre Erlin Salazar Leyva y los vecinos de la calle Cucalambé y otras arterias de la ciudad de Las Tunas, donde recoge desechos sólidos desde hace más de veinte años.

“Las reglas dicen que solo tengo que llevarme la basura liviana, nada de gajos, ni escombros pero yo lo cargo todo aunque tenga que ir mas veces al vertedero, porque de qué forma la gente va resolver si los únicos que recogemos somos nosotros los carretoneros”.

Y hablando del vertedero aprovecha para comentar que le cuesta mucho trabajo ir y venir al que está allá, por el Nuevo Sosa.

“La entrada está como un demonio del quinto infierno, tenemos que tirarnos de la carreta y alar los caballos para poder llegar, y si es cuando está lloviendo, para que decir. Están mucho tiempo sin pasarle la mano a ese camino”.

Así y todo, va varias veces, lo hace por necesidad, sí, pero también por elección, porque es joven, fuerte y pudiera trabajar en otra cosa, por ejemplo en la construcción, que para eso estudió, pero no.

Hace ya más de dos décadas que lo dejó, empezó aquí y a esta altura sabe muy bien que en este oficio se jubilará porque aunque muchos crean que no, recoger basura también tiene su encanto.

“Que si no eso es pararme a mirar lo limpia y linda que quedó un esquina llena de basura que yo recogí o que alguien me dé las gracias porque le limpie el patio. Gracias a nosotros hay más higiene y por tanto la gente se enferma menos”.

Erlin disfruta su quehacer diario. Asegura que sus jornadas son agotadoras pero reconfortantes.

Recoge basura todos los días, lo hace con ganas y pasión por él y por todos, pero, en primer lugar por sus dos niños a quienes intenta enseñarles con hechos y desde el ejemplo, que para ganarse la vida cualquier trabajo honrado, es bueno. “Y el mío es el más honesto de los oficios”.

/nre/

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