Puerto Padre, Las Tunas.- María Tejera Fernández es una mujer que desprende energía por donde pasa y que logra aunar a todos, en aras de cumplir objetivos comunes. Su menuda estatura no le impide estar frente a un colectivo masculino y mucho menos, trabajar la tierra y sacar de ella el máximo provecho.
Desde hace casi 20 años, se incorporó a trabajar con un destacado usufructuario del municipio de Puerto Padre, en la provincia de Las Tunas, y ahí se mantiene, con algunos cambios en sus funciones; pero, siempre alegre, dispuesta y pendiente hasta del detalle más insignificante.
“Estoy aquí desde que él empezó en estas tierras, en el año 2008. Al inicio fui una obrera agrícola como los demás y éramos varias mujeres. Pero, por diferentes motivos todas se fueron y yo me quedé porque me gusta lo que hago y la atención que recibimos los obreros es muy buena.
“Durante años, siempre hice lo normal, chapear, desherbar, sembrar; lo que hacía todo el mundo. Cuando me quedé sola, él me puso de jefa de finca, atendiendo a los demás obreros, hombres todos. Ahora llevo el control de ellos, lo que hacen cada día, lo que ganan y la calidad del trabajo que hacen”.
Hoy María es una persona de mucha confianza para su empleador, el productor de avanzada Enerio Hernández Ojeda, y no se limita a supervisar el desempeño de los trabajadores. Cuentan que es de armas tomar y trabaja a la par de los demás en lo que haga falta porque así también se da el ejemplo.
“Vivo en el poblado de Vázquez, en un barrio que le dicen La Conaca. Hasta acá vengo con mi esposo en un carretón y también regreso con él. Hace tiempo trabajó aquí, pero ahora está en un lugar cercano. En la casa me espera mi mamá, que todavía está fuerte y hace algunas labores.
“Vale la pena trabajar aquí. Los obreros recibimos un buen pago cada sábado y también tenemos la vianda para la familia, sin gastar ni un centavo. Por ejemplo, cuando cosechamos tomate, cada día nos llevamos un bolsito con dos o tres libras. Y lo mismo es con otros renglones”.
Para esta mujer no es difícil dirigir a un colectivo de hombres pues siempre ha primado el respeto. Jamás le han dado malas respuestas, y todos se esmeran por cumplir las indicaciones que da a lo largo del día. Desde el inicio han trabajado como un equipo y creen que así se mantendrá.
“Somos una familia y como tal nos queremos. Por eso quiero quedarme aquí, hasta que las fuerzas me den y no pienso moverme para otro lado. No me arrepiento de haber dedicado tantos años a esto. El trabajo no mata a nadie; incluso, muchas veces a la mujer agrícola se le dan tareas más suaves.
“Cada vez que veo salir las cosechas me da mucha alegría. Eso es emocionante, ver ese fruto que usted recoge. Son días duros, porque hay que trabajar mucho, desde por la mañana hasta que el sol se ponga; pero lo hago con gusto. Y digo más, lo hago con mucho orgullo por hacerlo con estas manos de mujer”.
/mga/
Comente con nosotros en la página de Facebook y síganos en Twitter y Youtube