Las Tunas.- En la provincia de Las Tunas, la producción de alimentos es un asunto de todos los días y por ello es uno de los principales temas de conversación entre las familias, los vecinos, allegados y hasta por personas que no se conocen pero coinciden en diferentes espacios físicos.
A las mesas de los tuneros no llega todavía todo lo que se requiere. Esa es una de las frases repetidas y también es la realidad; a veces por razones objetivas de mucho peso y en la mayoría de las ocasiones, por causas subjetivas. Y esas son las peores.
Es cierto que en el territorio tunero el clima no beneficia a muchos de los renglones agropecuarios y que la falta de precipitaciones y la poca disponibilidad de sistemas de riego limitan los rendimientos de granos, viandas, frutas y hortalizas.
Tampoco hay fertilizantes, semillas importadas ni otros insumos y las máquinas se nos han puesto obsoletas de tanto andar de un lado a otro, sin piezas de repuesto. Sobreabunda el marabú, que roba la superficie, y casi es más fácil encontrar una aguja en un pajar que combustible para preparar la tierra.
Pero, aun en medio de ese panorama desolador, hay alimentos. Deténgase a mirar las tarimas de los puestos que adornan, o afean en algunos casos, las calles de las ciudades o los poblados. Hay de casi todos los renglones: frijoles de varios tipos e igual de viandas, hortalizas y frutas.
¿Qué pasa entonces? Falta control: de las producciones, de los destinos, de la comercialización y de los precios. Y para ponerle la tapa al pomo, hasta de las indicaciones del gobierno cubano de facilitar la venta a través de las plataformas digitales de pago.
Que una mano de burros se comercialice a 150 pesos es vergonzoso cuando la tarifa aprobada es de 15 pesos la libra; que el pepino valga hasta 80 pesos o que una libra del humilde frijol caupí o carita cueste 250 pesos es casi para ponerse a llorar.
La cotidianeidad ha demostrado que de poco han valido tantos análisis en teatros. En los campos, los hombres y las mujeres de piel curtida por el sol siguen buscando alternativas para sacar más provecho a la tierra y en los mercados muchísimos pillos siguen buscando sus ganancias a costa del bolsillo del pueblo.
Aunque es difícil, se deben multiplicar las inspecciones para detectar y neutralizar a los intermediarios que convierten en inalcanzable la comida que sí hay y que producen con sudor y hasta lágrimas las más nobles de las personas, los campesinos, víctimas también de otros tantos fenómenos que motivan próximas reflexiones.
/mga/
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