Las Tunas.- Hace ocho años, casi al final del día, el mundo se paralizó momentáneamente para los cubanos y hasta muchos de los enemigos de siempre supieron bajar la cabeza, en señal de respeto, porque había muerto Fidel Castro Ruz, el líder indiscutible de la Revolución.
Fueron largas y dolorosas jornadas, en las que mayoritariamente el pueblo gritó Yo soy Fidel, tres palabras que resumen el orgullo, la gratitud, el reconocimiento y el aprecio a un Comandante en Jefe que, más que nuestro, fue de la humanidad entera.
Sus honras fúnebres involucraron a casi todo el territorio nacional y durante el paso de sus cenizas hasta la necrópolis de Santa Ifigenia, niños, adultos y ancianos se ubicaron en las orillas de las calles y carreteras para decir adiós a quien siempre fue inmortal.
Físicamente ahora reposa en Santiago de Cuba, la heroica ciudad que lo recibió muchísimas veces y en la que hizo renacer las ansias libertarias, tras el asalto al Cuartel Moncada. Sin embargo, su presencia está en otros espacios del territorio nacional. También, en Las Tunas.
Hasta aquí vino en varias ocasiones y sus pasos firmes y rápidos lo llevaron a diferentes áreas de la Universidad, antes escuela pedagógica Pepito Tey; al Hospital Ernesto Che Guevara, al laminador 200T, a centrales azucareros, campos de caña, el Cerro de Caisimú y muchos sitios más.
Su impronta, inolvidable, caló hondo entre los tuneros; y motivados con su legado, mantenemos la voluntad de hacer de estas tierras una tacita de oro, como señaló durante una de sus visitas. Tras ese empeño anda por estos días todo el pueblo, impulsado por el movimiento político Tarea de grandes.
Fidel Castro Ruz murió hace ocho años, convertido en paradigma de justicia, valor, vergüenza y dignidad. Desde antes era leyenda porque nunca pudieron arrebatarle la vida, a pesar de 638 intentos. Y así quedó para la posteridad, firme y humilde, gallardo e inmensamente grande, como las palmas.
/mga/
Comente con nosotros en la página de Facebook y síganos en Twitter y Youtube